Creía ser un hombre Aún no me explico por qué no me dí cuenta antes, tal vez porque a la perra que me parió no la ví nunca. En mis recuerdos más añejos está la familia que me cuidó de pequeño, pero ellos no me trataban como a los otros perros. ¡Esó debió ser! Por eso hasta ahora lo supe. Muchos años viví con estas personas, hasta que un día apareció esta joven hermosa, de piel morena, ojos sensuales y sonrisa encantadora, entonces me fuí con ella. Al principio jugábamos mucho, pero los juegos poco a poco se acabaron, hasta que un día se fué; dejándome abandonado en este lugar tan aterrador. En ocasiones la veo a lo lejos y le ládro con cariño y desesperación, otras veces no la veo pero la recuerdo y como “Howlin' Wolf” aúllo entonando mi melancolía. En ocasiones raras, me visita; a veces de buen humor, a veces de malas. Cuando viene de buenas, jugamos igual que antes, yo disfruto mucho y se que ella también; aunque ha tomado el gusto por jugar con un “Frisbie”, que lanza para que yo vaya corriendo a recogerlo y se lo traiga de vuelta; cada vez lo lanza más lejos y eso no me gusta, aún así soy felíz durante algunas horas. Cuando esta de mal humor, las visitas son todo gritos y golpes, mi reacción cási siempre son los gruñidos y un par de veces la he mordido. Pero cada vez que silba y truena los dedos, córro hasta ella ladrando con gusto, moviendo el rabo levantado. Cuando se marcha, me quedo ladrando lastimosamente triste, así llegué a la conclusión de ser un perro y no humano como creía. Güa güau. E. Celis, Mayo 2013