Palabras que mutan con el virus =============================== Por: Pepo Jiménez La pandemia está cambiando la forma que tenemos de ver y sentir el mundo y también nuestra manera de usar el lenguaje para describirlo. Cada nueva palabra, cada adaptación de un concepto, emoción o lugar, no es más que una prueba de que estamos cambiando, que lo hacemos juntos y de que existe una posibilidad para reinventarnos Si la historia te ha hecho pensar y tú también quieres ayudar a esta causa para cambiar el mundo Coronavirus, zoonosis, infodemia… Nuestro día a día se llena de palabras que antes no utilizábamos y que a partir de ahora estarán siempre asociadas a este período de excepcionalidad. Disponer de un dialecto común nos invita a fortalecer la percepción de que estamos juntos en esta crisis porque a través del lenguaje podemos, incluso, darle la vuelta al miedo. Corona se ha convertido en un prefijo aceptado y son muchas las personas quienes, cargadas de otros conceptos como solidaridad o cooperación, han conseguido añadir al prefijo del virus terminaciones con forma de iniciativas. Los CoronaVirusMakers, por ejemplo, son el colectivo de personas anónimas que fabrica desde su casa y con impresoras 3D equipos de protección para el personal sanitario. Muchos han descubierto ahora el verdadero poder de la palabra maker, más allá del anglicismo y de la cultura friki: “Yo no lo veo negativo, es verdad que somos frikis. Un friki es una persona apasionada por lo que hace y yo realmente me considero eso. El maker no es más que una persona muy proactiva que conoce diferentes tecnologías y que al final, como dice uno de nuestros lemas, ‘no vende humo, sino que crea el humo’”, nos explica Rosa León, coordinadora de CoronaVirusMakers, el colectivo de 16.000 voluntarios (el 80% en España) que ha fabricado, en menos de un mes, más de 500.000 viseras de protección y 20.000 tensores para mascarillas. Cuatro sanitarias muestran los tensores de mascarillas fabricados por los 'makers'. Cuatro sanitarias muestran los tensores de mascarillas fabricados por los 'makers'. CoronaVirusMakers El coronavirus ha mutado nuestro ritmo de vida y, como con el lenguaje, hemos buscado atajos para dar un nuevo sentido a las cosas que interrumpen nuestros sueños, para transformarlos o para inventar otros nuevos. Un buen ejemplo son los dibujos de Chema Riquelme, un diseñador onubense que adapta los monstruos que dibujan miles de niños, atenazados por el coronavirus, para darles otro aire y dulcificar sus temores. Los nuevos monstruos de Chema son como esas palabras que inventamos con urgencia y que nos sirven a los adultos para esconder nuestros miedos: cuarentrena, covidiotas. Uno de los dibujos interpretados por la iniciativa Los Monstruos del Coro. Uno de los dibujos interpretados por la iniciativa Los Monstruos del Coro. Chema Riquelme “Estamos sorprendidos con algunos de los dibujos que nos mandan los niños porque realmente muestran sus problemas. Cuando ellos ven su dibujo representado les ayuda mucho porque normalmente es algo muy alegre, pero ese dibujo que ha interpretado el artista también es suyo, es parte de su historia”, nos cuenta Chema por teléfono. Ahora son ya 15 los artistas que están dando un nuevo sentido y disfrazando los miedos e incertidumbres de centenares de niños confinados. ## Gracias ahora es más gracias Javier Lascuráin (Madrid, 1966) coordinador general de la Fundación del Español Urgente (Fundéu), una especie de maternidad de las palabras que, además de vigilar y velar por su buen uso y crecimiento, recoge esos brotes de talento semántico que nacen con las urgencias y etapas de gran transformación, asegura que “no hay que pedirle permiso a nadie para jugar, para experimentar con algo tan nuestro como es la lengua. Lo haremos bien o mal, las creaciones que se nos ocurran encajarán en la norma o no, solo las usará nuestro entorno más cercano o se extenderán por el mundo, se olvidarán mañana o durarán para siempre... pero hay un enorme valor en ellas”. Lo mismo ocurre con las iniciativas surgidas durante este periodo; algunas desaparecerán como esas palabras que se difuminan con el desuso, pero los valores de otras permanecerán porque miles de individuos las resignificarán a través de sus emociones y aprendizajes. Por ejemplo, la palabra comunidad se renueva con potencial de permanencia en cada una de las redes que han tejido vecinos de cientos de barrios y, en cierto modo, las gracias van ocupando dominios materiales. El agradecimiento a los sanitarios en forma de aplauso se ha transformado en unas gracias que alimentan a través de GastroAplausos, la iniciativa impulsada por Fran Echeverría y que cada noche lleva platos de restaurantes y voluntarios al personal sanitario. El agradecimiento no solo resuena cada noche en los balcones, sino que también se materializa. “Gracias es una de esas palabras que significan mucho con muy poco. Es una actitud que genera solamente cosas buenas. Primero, al que las recibe, porque ve recompensado una labor que quiso hacer de la mejor manera. Y segundo al que las da, porque nos abre por dentro, nos ennoblece, nos hace humildes, nos hace mejores”, nos confiesa orgulloso Fran. Esas gracias llenan el hueco exhausto de la tripa, pero también del corazón, como cuenta Fran, socio de la popular bocadillería Mostaza, en Zaragoza: “Se nos ocurrió que a las cenas podíamos añadirles mensajes o graparles dibujos para que los médicos tomaran alimento y renovaran energías para la tripa y el espíritu. Supongo que en cada bocado de GastroAplausos habrá una historia inmediatamente anterior de haberle salvado la vida a alguien, pero también varias de saber que no va a salir. Si esos pequeños instantes les sirven para tomar aliento ya habrá valido la pena”, afirma. Hablando de esa resignificación de las palabras, cuenta Javier Lascuráin que la zona cero nos lleva hoy, irremediablemente, a las Torres Gemelas. Que para muchas generaciones, la Crisis (con mayúscula) será la del 73, mientras que para otras será la de 2008 (para los coronials acabará siendo la de 2020), pero para quienes estamos viviendo este momento, “las palabras cuarentena o confinamiento siempre nos evocarán a estos, nunca a otros”. La fuerza de las circunstancias resignifica con más poder que nunca las palabras, y con ello nuestra forma de enfrentarnos colectivamente a la crisis sin tener que resignarnos a ella. Otros especialistas han dedicado su vida a dar con la palabra justa y, si aún no existe, inventarla. Fernando Beltrán (Oviedo, 1956) puso nombre a La Casa Encendida (el edificio insignia de para la cultura de Fundación Montemadrid), al madrileño barrio de La Gavia y bautizó los tres primeros escalones de una escalera. Dice que cuando la gente le anima ahora a “ser positivo”, él sueña con lo contrario por el maldito virus: “En este lado de la orilla del enfermo, positivos somos los enfermos deseando leer negativo”. Como huésped resignado del virus confiesa haber creado una palabra de uso personal: “ Vivirus: vivir con el virus y vivir a partir del virus, pero vivir. Que haya un vivir primero; vamos a esta parte amable del latido humano, a quedarnos con lo mejor. Yo no tengo más remedio que aceptar un nuevo capítulo porque estoy en él”, cuenta el poeta. ## De la palabra a la acción “La lengua está viva, las palabras están vivas, requieren que las acariciemos y también que las agitemos. Como pasa siempre, saldrán cosas circunstanciales, fugaces, sin importancia, y otras que de repente pueden significar algo, que pueden acompañar algo, que pueden permanecer y abrirse paso”, prosigue Fernando. Él recomienda sobriedad, respeto, pero también sana ambición. Dejaremos de aplaudir en los balcones porque la semántica habrá cambiado, viviremos el tiempo con ritmos nuevos y los afectos con otras distancias, pero las palabras seguirán siendo el síntoma y la inspiración para nuestros actos: “Las palabras se convierten en lo que siempre han sido, pero en situaciones así mucho más, en un puente, un puente que tenemos tendido y que hay que cuidar”. ## Vía: https://elpais.com/sociedad/2020/04/30/pienso_luego_actuo/1588239939_816971.html