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       # taz.de -- Obituario de Ralf Leonhard: Desde Nicaragua hasta Viena
       
       > Durante años fue corresponsal para el diario alemán taz. El periodista y
       > experto en Centroamérica Ralf Leonhard nos ha dejado de forma inesperada.
       
   IMG Bild: September,2022
       
       La primera vez que me crucé con Ralf Leonhard fue en Managua bajo la sombra
       de un cocotero. Era principios de los 80. La capital nicaragüense estaba en
       el punto de mira de la política mundial. Ralf había terminado sus estudios
       en la Academia Diplomática de Viena. Pero en Nicaragua se cocía la
       revolución sandinista que empezó justo después de la caída de la dictadura
       de Anastasio Somoza en 1979 y esto fascinaba más a Ralf que una posición en
       una embajada austríaca.
       
       Sin pensárselo dos veces, aceptó la oferta del taz de informar desde
       Centroamérica. En Nicaragua, el régimen revolucionario se defendía contra
       la contrarrevolución armada financiada por los Estados Unidos, en El
       Salvador y Guatemala las guerras civiles hacían estragos. Había mucho que
       escribir y Ralf escribió mucho. Centroamérica era uno de los puntos fuertes
       del taz. El periódico también recaudaba entonces dinero para poder comprar
       armas para la guerrilla salvadoreña.
       
       Como redactor responsable de América Latina, en los 80 viajé a menudo hacia
       Centroamérica. Ralf me tenía siempre una cama lista en su humilde casita en
       la capital, donde vivía con su mujer nicaragüense Indiana y su hija Alfa. Y
       yo no era el único que le visitaba. Fueron muchos a los que él dio cobijo:
       periodistas, miembros de grupos de solidaridad y a tantos “turistas de la
       revolución“ curiosos.
       
       De vez en cuando se organizaban reuniones extremadamente clandestinas en el
       patio interior de la casa de Ralf. Hacia el atardercer iban llegando
       representantes importantes de diferentes grupos de la guerrilla
       salvadoreña, que se agrupaban bajo el paraguas del Frente Farabundo Martí
       para la Liberación Nacional (FMLN), para repartirse entre ellos el dinero
       que un redactor del taz les llevaba. Ralf, siempre tan correcto, vigilaba
       que las cosas se hicieran bien hechas. Una vez, por ejemplo, llegué con
       unos 200.000 dólares en metálico y los metí por si acaso en dos discretas
       bolsas de plástico debajo de mi cama. Y me fui por la ciudad, pues tenía
       diferentes citas. Cuando más tarde regresé, Ralf me interrogó preocupado
       sobre el maldito paradero de todos esos dólares. “Pues, nada, los metí
       debajo de la cama“. Ralf empalideció.
       
       ## Cabezas calientes y rico ron
       
       Pero los dólares seguían allí, intactos. La señora de la limpieza, que
       había venido esa misma mañana a limpiar, parece que no los había
       descubierto. Me sorprendió que el modesto Ralf, que en aquella época vivía
       básicamente del escaso sueldo del taz, contratara a una señora de la
       limpieza. Sólo más tarde me di cuenta de que se espera de un europeo, sea
       rico o pobre, que dé trabajo a los lugareños.
       
       Con Ralf se podía discutir hasta altas horas de la noche, sobre los grandes
       temas políticos y sobre los problemas de la gente de su barrio. Le gustaba
       discutir, era una persona crítica con los comités de solidaridad, pero al
       mismo tiempo intentaba transmitir solidaridad en sus artículos.
       
       Mientras nos perdíamos en tendidas conversaciones con el Flor de caña, el
       delicioso ron nicaragüense, un guardia armado con un machete ya se había
       apostado frente a la puerta principal. Al fin y al cabo, a pesar de vivir
       cerca de la residencia de [1][Daniel Ortega], entonces un presidente muy
       respetado, ahora un dictador muy aislado, en el barrio había robos en las
       viviendas, atracos y delitos menores. Si algún día llegaba tarde a casa de
       Ralf después de una reunión, el guardia de seguridad solía estar dormido.
       Para Ralf, esto no era motivo para echarle. Ralf tenía un gran corazón.
       
       Cuando yo era aún redactor de taz, pero también más tarde, cuando pasé a
       trabajar para otros medios, Ralf siempre me ayudó con contactos, me abrió
       muchas puertas y, a veces, también tuve la suerte de viajar con él para
       algunos reportajes. Me presentó al jesuita Ignacio Ellacuría en San
       Salvador, entonces rector de la Universidad Centroamericana, más tarde
       torturado y asesinado por un escuadrón de la muerte de derechas. En un
       coche pequeño y totalmente inadecuado como todo terreno, nos adentramos por
       carreteras llenas de baches en las montañas de El Salvador, en las zonas
       remotas controladas por la guerrilla.
       
       Y cuando el coche se averiaba, Ralf manipulaba el motor y se tumbaba bajo
       el coche como si fuera un mecánico y no un diplomático de formación. Con la
       toma del poder por parte de la oposición antisandinista en Nicaragua en
       1990 y con el acuerdo de paz en El Salvador en 1992, el interés por
       Centroamérica decayó en Alemania. La revolución y la guerra venden más que
       las penurias del día a día. Durante años, el taz siguió teniendo su
       corresponsal en la adormecida Managua, pero ahora Ralf tuvo que ampliar su
       zona de operaciones. Así que empezó a informar también desde la región
       andina, especialmente desde Colombia. Al fin y al cabo, Estrella, su
       segunda mujer, es colombiana.
       
       En 1996, tras casi dos décadas en América Latina, Ralf regresó a Europa, a
       su Viena natal, con sus dos hijos Alfa y Esteban. Para el taz siguió
       escribiendo sobre América Latina, adonde viajaba varias veces al año. Pero
       pasó a escribir cada vez más sobre Austria y Hungría. En Viena continuó
       también con las acciones solidarias.
       
       Escribió para la revista austríaca Südwind, una publicación que lleva 24
       años informando sobre los problemas del Sur Global, elaboró análisis para
       ONG y fundaciones sobre la situación en Centroamérica, pero también sobre
       los acontecimientos en Sri Lanka, país al que viajó a menudo tras el
       tsunami de 2004 hasta el final de la guerra civil en 2009. También escribió
       un libro sobre el comercio mundial de materias primas y sobre el papel de
       los especuladores en la lucha por materias primas raras, que se utilizan
       como „moneda de cambio“.
       
       En Viena no disfruté menos que en Managua de la hospitalidad de Ralf. El
       retornado me invitaba al Heuriger, me explicaba con paciencia angelical los
       escollos de la política austríaca y los supuestos abismos del alma
       austriaca, algo en lo que él, por supuesto, no creía. Hasta hace bien poco,
       Ralf siempre me llamaba cuando venía a la sede de taz en Berlín para
       reunirse con el equipo de la sección de Internacional. Igual que en
       Managua, también en Berlín discutíamos hasta altas horas de la noche. A
       menudo existía el peligro de perdernos recordando los viejos tiempos, pero
       Ralf prefería hablar de problemas actuales, de la dictadura de Daniel
       Ortega y Rosario Murillo, el matrimonio presidencial que tiene Nicaragua en
       sus manos, del populismo de [2][Viktor Orbán] y de la guerra en Ucrania.
       
       Como siempre, Ralf hablaba despacio, sospesaba, pensativo y, como es propio
       de los vieneses, hablaba ligeramente nasal. Pero lo que sobre todo me
       cautivó fue un rasgo muy poco frecuente entre periodistas. Ralf era la
       persona menos pretenciosa que he conocido nunca. No era ajeno a la ironía,
       sobre todo a la autoironía. Y, a veces, su sonrisa pícara destellaba,
       revelando entonces que en realidad sabía mucho más de lo que decía. Detrás
       de esa sonrisa se escondía a menudo una crítica tácita a aquellos que
       contaban más de lo que en realidad sabían.
       
       Con la muerte inesperada de Ralf, el taz pierde un peso pesado.
       
       Thomas Schmid trabajó en el taz desde 1979, como jefe de redacción entre
       1995 y 1996. 
       
       ## „Hola, le habla el estudio Viena-Budapest“
       
       La última vez que hablé por teléfono con Ralf Leonhard fue hace sólo una
       semana, pero ahora parece que fue hace una eternidad. „Guten Tach, Sra.
       Redactora“, me dijo Ralf como siempre con un ligero tono burlón, una
       alusión a mi origen, no sólo lingüístico, difícil de disimular, del Norte
       de Alemania. Con el mismo humor, por cierto, se tomaba el hecho que algunas
       palabras en sus textos necesitaban en Berlín de la ayuda de un traductor –
       por ejemplo términos como el “juramiento“ de diputados, de miembros del
       gobierno, jueces, militares y funcionarios que difiere entre el alemán en
       Austria y en Alemania. Ralf también sabía reírse de sí mismo, sobre todo
       cuando yo interrumpía nuestras conversaciones porque daba los temas por
       terminados dada la lentitud de sus respuestas.
       
       Raras veces se daba que Ralf no estuviera localizable, a no ser que hubiera
       anunciado su ausencia. Si ocurría, su mujer Estrella cogía las llamadas.
       „Ralfito no está en este momento“, contestaba siempre riendo. Y añadía que,
       en cualquier caso, se había llevado el móvil con él, una especie de carta
       blanca o invitación para pillarle en el supermercado o, en el peor de los
       casos, en el mercado vienés “Naschmarkt“.
       
       Yo misma conocí a Ralf en 1996; por aquel entonces yo ya llevaba un año
       trabajando en la redacción de Internacional del taz y era la responsable de
       Europa del Este. Ralf había decidido volver a Austria tras más de diez años
       como corresponsal del taz para Centroamérica, aunque en realidad nunca
       perdió Centroamérica de vista. Su decisión de regresar no sólo nos regaló,
       al taz, un magnífico colega en un nuevo destino, sino también supuso para
       mí sumar un corresponsal más a la lista de colegas que estaban bajo mi
       responsabilidad. Con ello no me refiero a que Austria pasara a pertenecer
       de repente a la Europa del Este, pero es que con Ralf hubo siempre química
       mútua. Y así, poco a poco, fue creciendo algo común, que en un principio
       parecía no ir de la mano. Ralf empezó llamándome a menudo „Towaritscha“ -la
       palabra rusa para camarada-, y así se quedó.
       
       Gracias a Ralf, el taz consiguió muy pronto una información detallada y
       fundamentada sobre la república alpina, que al menos en aquella época
       todavía no tenía mucho eco en la prensa alemana. Cualquier lector
       interesado en informarse sobre la polémica alrededor de los carteles
       bilingües en alemán y esloveno en las entradas de los municipios en [3][la
       provincia de Carintia], encontraba en el taz la mejor fuente. En general,
       Carintia se convirtió en uno de los campos de batalla más importantes de
       Ralf gracias al líder de la extrema derecha austriaca Jörg Haider. Nolens
       volens, Ralf se convirtió en cronista de los escándalos de la República
       austríaca a partir del 2000. Y esto se aplica tanto a los casos de abusos
       sexuales en el monasterio de St. Pölten, como a la venta del banco [4][Hypo
       Alpe Adria] o a las tramas corruptas del ex ministro de Finanzas
       conservador Karl-Heinz Grasser.
       
       También a lo largo de la década de los 2000 y a petición propia, Ralf pasó
       a ampliar sus coberturas periodísticas hacia Hungría. Su saludo en el
       teléfono „Aquí habla el estudio Viena“ se transformó en un „Aquí habla el
       estudio Viena-Budapest“. A partir de entonces, Ralf visitó Hungría con
       regularidad, no sólo para informar sobre el cada vez más autoritario jefe
       de gobierno Viktor Orbán, sino también para observar de cerca las
       violaciones de los derechos humanos en el país, por ejemplo de la minoría
       romaní húngara. En más de una ocasión se lamentaba de no haber aprendido al
       menos un poco de húngaro.
       
       En todos estos años en los que trabajamos juntos, siempre encontramos algo
       de tiempo para ratos personales. Nunca olvidaré el partido de cuartos de
       final de la Copa del Mundo entre Argentina y Alemania en el verano de 2010;
       lo vimos en Berlín bajo un calor sofocante y ganó Alemania por 4-0. Las
       palabras sobran para adivinar qué equipo apoyó Ralf ese día.
       
       El 10 de octubre de 2021, Ralf publicó un largo artículo en el taz sobre el
       antiguo alto cargo político y canciller austríaco Sebastian Kurz (ÖVP), a
       quien una considerable acumulación de escándalos le acabó costando el
       puesto. [5][El artículo, escrito a modo de obra de teatro, se titula, „Un
       drama en cinco actos“]. Faltan palabras que puedan describir la magnitud
       del dolor y del desconcierto ante la repentina pérdida de Ralf.
       
       Barbara Oertel es co-jefa de la sección de Internacional. 
       
       Traducido [6][del alemán] por Gemma Terés Arilla
       
       22 May 2023
       
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