Hola 16 de enero de 2025 --- Hace meses que, excepto para asuntos de trabajo, paso poco tiempo personal frente a la pantalla. He extrañado a veces el teclado, eso sí. La pantalla negra, casi vacía, llenándose poco a poco de palabras, de potencia, de significado. Pero, quién sabe cómo, he encontrado cada vez algo más a lo que dedicar atención: el plano para la casa que al fin construiré (lo he modificado cien veces, con una mano en el presupuesto y otra en los tanates, doloridos de puro apretarlos mientras comparo precios e intento no sacrificar tanto), el montón de textos siempre «urgentes» por editar (no sé por qué, en el trabajo suelo ser la última línea de defensa; si un texto llega a mí, es casi seguro que todo lo demás, quiero decir, todo procedimiento editorial razonable, ya falló, y claro que yo también lo haré, pero pues...)---, la familia en vacaciones, sitiando a puro colchón y plática el metro y medio cuadrado que llamo, con exageración y no pocas veces mentira, «mi espacio de trabajo». Y así seguiría otro rato listando razones para estar fuera: los libros, los paseos felices por la papelería, las cavilaciones, las dudas a carretadas y, sobre todo, el silencio, el desordenado silencio, los jirones de pensamientos sin rumbo rebotando en la cabeza, las pruebas ciertas de estar envejeciendo. Hace dos días le mencioné a Emilio algo de ese silencio que siento, de esa falta de necesidad de decir nada, ni siquiera a los más cercanos. Me dijo, entre otras cosas, que en *El tesoro de la Sierra Madre* (B. Traven), los protagonistas pasan tanto tiempo juntos que su comunicación son nada más gestos. Tal vez ocurre lo mismo con el mundo. Uno llega a conocerlo tanto que en cierto momento sólo hay de dos sopas: increparlo cada dos segundos por impresentable o levantar el dedo para decir algo y enseguida darse cuenta de que es innecesario hasta decir algo bueno. Desinflarse, pues. Hacer gestos nomás. Envejecer que le dicen. En fin. Resumiendo: que he andado fuera y que ahí seguiría (y acaso seguiré otro rato), de no ser porque he visitado el espacio gopher de texto-plano y de sdf y nada, que me da gusto, alegría infinita, leerles por ahí, compartir sus entusiasmos, sus búsquedas, sus hallazgos. Y que me da pena no estar participando, no decirles cuánto aprecio que estén aquí, en este pedacito de internet que es el protocolo gopher, tan sencillo, tan elemental, y por eso tan necesario y, voy a decirlo, tan bonito. Gracias, pues, quería decirles. Y feliz año y prosperidades y alegrías, nuevas y revisitadas, todas las alegrías, siempre. PS: por cierto, ~hora_z, en el trabajo editorial hay varios criterios para elegir uno u otro ancho de línea. Los 72 golpes recomendados por ~peron son razonabilísimos. Poco más (hasta 80) o menos (64) era también lo razonable, en general, creo, en las máquinas de escribir ---con las que la terminal comparte tanto desde su origen---, máquinas que dependían, supongo, de las decisiones de los fabricantes de papel, como tanto de la perfeccionada, pero casi callada, desapercibida cultura, en el mundo alrededor del texto. Se dice también que un ancho de línea de entre 7 y 10 palabras favorece una lectura más cómoda, menos fatigosa, pues el ojo no tendría que moverse así tanto de un extremo a otro de la línea. En español, me parece que el promedio de caracteres por palabra (con signo de puntuación y espacio en blanco) es de 5.5 y que eso ha permanecido más o menos estable en el tiempo, en la prosa y la poesía. De ese modo, con 55 caracteres por línea deberían bastar para hacer caber poco más o menos 10 palabras. Sólo que en la práctica no siempre es así, pues no sólo es que casi la mitad de las palabras que usamos en nuestro idioma sean monosílabas (mayormente por ser preposiciones), sino que el estilo y tipo de discurso de quien escribe son también variables a tener en cuenta para decidir el tamaño de una caja de texto. Dicho todo eso, entonces, ¿cómo elegir un ancho de línea razonable? Hazle caso al ojo. Siempre. Que tu línea no sea muy corta (menor a 7 palabras) ni muy larga (mayor de ¿12, 13? palabras). O aceptar, como en http, que el lector hará sus propias elecciones (y concesiones). Y ya. Y luego está, además, el asunto de que no solemos emplear división de palabras al dar formato en texto plano (está bien que así sea, en realidad). Así, pues, nuestras líneas en el gopher pueden quedar de repente muy irregulares (unas muy largas y otras muy cortas, en alineación de bandera, o dando lugar a ríos o callejones, en alineación justificada). Nada que hacer, creo. Después de todo, uno publica o lee en internet por la experiencia humana, por el sentido de lo que se dice, y no, precisamente, por las bellas cajas de texto de la experiencia electrónica. .) A ti, a ~emilio (en sdf), a todxs que publican por aquí, gracias siempre por compartir, por acampar en las colinas, por compartir el silencio y la palabra del fuego nocturno, y por caminar con uno junto a estas vías de tren dicen que abandonadas.