Automovilistas 25 de julio de 2025 --- Como si tuviera propósito, corre el automovilista en su pos. Busca con destreza el lado bajito de los topes, cambia de carril para que no lo pare el bache, convierte en vía la gasolinería o finge salir de la calle perpendicular para engañar al semáforo impasible. No lo detiene la mentada de sus semejantes. Ni los niños que intentan llegar a la escuela. O el peatón de la mañana, acostumbrado al odio, que otra vez no alcanzó al colectivo al otro lado de la calle porque nadie lo dejó pasar. Sencillamente, no hay poder capaz de retrasar la carrera fantástica del automovilista hacia la gloria o lo que sea que espere tras esos valiosísimos segundos que arrebata a un mundo sometido a los designios del tacómetro. El automovilista es intrépido y sagaz. Y como dios: veloz, omnipotente, necesario. Ni los manuales psiquiátricos, siquiera (con la misma competencia que un agente de la ley), consiguen alcanzar al intrépido cabrón en su definición de sociopatía. Suyas son las calles, los parques, las banquetas, la sombra de los árboles. Trabajan para él las ciudades, los gobiernos, los recursos del planeta. Protegido por su burbuja rodante, ignorante deliberado de lo que pase afuera, desconoce el automovilista la derrota (y también los pasos peatonales, el reglamento de tránsito, la luz direccional, el freno, la decencia). Reconoce (y teme), en cambio, el mal presagio: un ruido en el motor, el olor a quemadura de balata, el rumor de un aumento al pago de tenencia vehicular. En la madrugada, algunas noches, al llegar a casa sin saber cómo, una pesadilla lo despierta de sopetón sobre el volante: ¿y si deciden instalar parquímetros para financiar idioteces como el transporte público? «Nah, qué pendejada estoy pensando; debe ser culpa de la última copita», piensa dos segundos, mientras en el reproductor Rubén Blades sigue cantando para nadie: «...las ruedas del carro chillan y el tipo se cree un James Bond...». https://www.youtube.com/watch?v=h6XFcUjNijQ&list=RDh6XFcUjNijQ