Como Tom Hanks pero viviendo 12 horas en Barajas Bajé del Aeropuerto y al igual que Ezeiza -y supongo que cualquier otro- es un bardo de gente, escaleras, carteles y gente que viene y que va. Ante el temor de mi valija pregunté mil y un veces si iba directo al otro vuelo; y mil y un veces me respondieron que sí, pero aun así seguí haciéndolo pues inseguridark. Voy a empezar con las generalizaciones: los españoles hablan muy ligero y no se entiende nada; cuando les volvés a preguntar qué dijeron, algunos te hablan más fuerte y de muy mala manera. Tampoco es que me haya puesto a hablar con todos los gallegos que me cruce, solo con algunos, especialmente los del aeropuerto pero convengamos que también suelen ser personas bastante agretas en general. Se siente un poco raro ver todo en euros y no pensar en la millonada de pesos que eso significa para nosotros, pobres mundanos argentinos; me comí un cuatro sambuchitos de miga de queso azul + una coca + unas papitas lays + un expresso y me salió 13 euros, ni hago la conversión porque no tien sentido. Por suerte me pude sacar el chip de estar constantemente pasando la moneda a $ argentino, cosa que hacemos constantemente debido a la terrible devaluación de nuestra moneda. Tuve la suerte de encontrarme con Roberto Fresca, mame-dev, a quién había entrevistado para Replay hace unos meses atrás; le traje unas cuantas revistas pero mejor aun, unos 8 alfajores jorgitos. No tengo certezas pero tampoco dudas: los argentinos que viven en Europa extrañan más los alfajores y golosinas de su país que el asado mismo; mi hno también va a ligar unos buenos jorgitos y también una caja de Havanna. Me esperan unas 6 horas más hasta que salga el vuelo a Ámsterdam y este aeropuerto es como esos bancos de concreto que hay en Buenos Aires, que parecen ser mullidos pero te sentas y te reventás el coxis. No hay un puto lugar donde tirarse a ranchear, es lo más anti homeless del mundo a diferencia de Ezeiza que tiene asientos ligeramente mullidos y además una alfombra seguramente llena de acaros pero al menos cómoda para morir unas horas. Recorrí muchas partes buscando algún lugar donde acomodarme para dormir un rato y llegué la conclusión que el lugar más cómodo es... el baño. Si, el inodoro es más confortable que esos asientos del mal. Por otro lado, no me siento con sueño. Quizás mi cuerpo entendió que no hay ningún lugar posible donde dormir, y si a eso le sumamos los nervios ocultos, evidentemente mi organismo no quiere desfallecer hasta que no me encuentre con Rino y me sienta seguro. Gracias sistema nervioso central, me parece una sabia decisión. Mantengamonos despiertos, total, un karateka soporta lo insportable. Por ahora el mantra se viene cumpliendo. Veremos que me depara en estas horas. Creo que resultará más cómodo dormirme en la mesa de esta cafetín abrazado a mi conectar igualdad.