Bajando en Ámsterdam De Madrid a Ámsterdam son, apróximadamente, unas 2 horas y monedas en avión. El viaje fue tranquilo, yo estaba totalmente detonado, mi cuerpo no daba más del sueño; y si bien intentaba dormirme, la tentación del desayuno que estaban por servir me mantuvo despierto. Me comenzó a impactar viajar y ya perderme en el idioma. En España obviamente casi todo el mundo que me cruce hablaba español; acá ya no; incluso escuchaba tonalidades que ni junaba. Bah, ¡si apenas puedo distinguir el holandés del alemán! Para mi suenan igual, son lenguas rarisimas donde hay muchas consonantes, de las cuales la mitad son J o K. Bajé del avión alrededor de las 8 y media horario de Ámsterdam y el suelo holandes ya mostraba su rostro: nubes eternas que no dejan ver rastro alguno del sol, lloviznas como garúas constantes y un frío húmedo que recuerda mucho al invierno porteño con la diferencia de ser aún más frío e incluso tal vez más húmedo. El aeropuerto me pareció inmenso e interminable; apenas salí fui directo a buscar mi valija, la fuente de todos mis temores. Por un momento creí que se había perdido, porque las valijas de los demás pasajeros iban y venían, unas volvían a aparecer constantemente, mientras de la mía, ni rastros. Me acerqué a la ventanilla de KLM a consultar y oportunamente la muchacha, que tenía rasgos indios, me mencionó que sus compañeros le avisaron que acababan de enviar una valija más. Y si, era la mia. Menos mal. Me encontré con mi hermano y el abrazo más esperado. Él no es tan demostrativo, ¡y eso que yo soy bastante muerto en vida! Aun así, lo abracé por más tiempo de lo que esperaba :) Es un poco impactante, al menos para mi, sudaca poco-escolarizado, enfrentarme a un espacio habitado por lenguas tan distintas; yo, que apenas domino un burdo español y que a duras penas puedo entablar algún que otro diálogo en inglés. Me hace pensar en la inmensidad de nuestra cultura humana. Estuve apenas 13 o 14 hs en España y recién llegado a Holanda ya logró notar algunas diferencias. Este país parece sumamente organizado y la gente se mueve casi por inercia, con la seguridad de saber que el camino que toman siempre los llevará al mismo lugar. Es raro. Bueno, raro para alguien que habita el cono sur con sus complejidades.