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12-1-2021

Hace unos once años, durante la semana de Mayo en la que se conmemoraron los 200
años de la Revolución de Mayo, me enamoré de otros rulos. Fue de esos amores de 
Internet, fugaces, platonicos, intensos.

Me enamoré de un avatar, no recuerdo bien su nombre, pero si que era morocha,
flaca y con una sonrisa gigantesca y bellisima; además, por supuesto, de una
hermosa melena rulienta al descubierto, libre al sol, en pleno movimiento.

Al menos así me la imaginaba yo, porque hace 11 años el tema selfis y fotos
personales no era tan popular como es ahora, y ella tenía unas pocas fotos
que stalkeaba sin cesar. No eran muchas, debo decir, pero tenía imaginación,
tiempo libre y una necesidad de amor inmensa.

En uno de mis tantos wordpress, escribí algunos poemas sobre los rulos.
Fue la primera vez que tomé consciencia de lo bellos que son. Entendí
porque me enamoraron. La circularidad, las curvas, los bucles; todo
rulo es una imagen del infinito, de la serpiente uróboro comiendose
asi misma. 

Tengo grabada en la mente el avatar de esta chica en ese momento. Su sonrisa y
los rulos al viento sobre un cuello delgado, hermoso. No me los olvido.
 Ahora mismo no recuerdo su usuario de twitter, pero que cada tanto me aparece
 en mi feed. 

Ahora que lo pienso, estoy hasta sentado en la misma esquina de la mesa.
La misma donde hace 11 años me sentaba con mi primera laptop, a escribirle
a una ruluda hermosa e inexistente.