# Redes sociales ## 20 de Marzo del 2025 Las redes sociales son lo peor. Una vez dicho eso, confieso que las utilicé arduamente desde Facebook. Me diverí mucho y conocí a mucha gente. Lo que empezó siendo una plataforma para conectar y reconectar con personas, se fue transformando lentamente en una maquinaria alienante de la sociedad. Pasamos de dar unos inocentes me gustas a estar muchísimas horas diarias frente a nuestros móviles. Qué nos pasó? En qué momento perdimos el control? Lo hubo alguna vez? Esto no es un ensayo ni tampoco busco desarrollar un gran argumento en torno a este fenómeno, sin embargo, encuentro necesario destacar la tremenda influencia que existe en la juventud en torno a las redes sociales. Hablo de juventud a aquellas personas que han desarrollado su adolescencia en torno a estas aplicaciones y dispositivos móviles, porque hay una gran diferencia entre dedicar tu atención a una plataforma desde tu computador a una que está a la mano de tu bolsillo. La capacidad adictiva de estas hacen que puedas sacar el móvil cuando se te de la gana solo par a ver qué nuevo contenido está disponible para liberar un poco de dopamina... la dopamina es la sustancia que se está apoderando de la forma en cómo los jóvenes interactúan entre ellos. El nuevo valor de las personas se miden con números; seguidores, likes, número de visitas, todo eso define a una persona y la posiciona en una sociedad construida sobre una ilusión. Personalmente no tengo problemas con eso, las personas pueden hacer, decir o pensar como se les de la gana, el problema radica cuando me veo abriendo Instagram en mi móvil solo porque sí. Estoy constantemente consumiendo propaganda, publicidad y contenido sin sentido sin darme cuenta, así todos los días, muchas horas al día. A muchos les pasa, y no se dan cuenta, y si se dan, no les importa, les importa más el consumir... la dopamina los tiene atados, están atados a sus móviles. Fue entonces cuando decidí desinstalar Instagram de mi celular. No fue fácil, en el sentido de que las primeras semanas sentí un gran aburrimiento. Ya no tenía a mano la oportunidad de divertirme viendo stories, o ver qué estaban haciendo mis contactos. Fue ahí donde me di cuenta que dedicaba mucha atención a esa aplicación, en mis ratos libres o no tantos. También sentí aislamiento, porque no sabía qué sucedía a mi alrededor. Fue como dejar de fumar, pero menos dramático. Al pasar las semanas me fui acostumbrando a ese sentimiento, llegando al punto de no sentirlos... ya no tomaba mi celular por inercia para abrir una aplicación que ya no estaba instalada. Ya no me importaba lo que publicaba el resto, porque en realidad nunca me importó. Todo fue ilusorio, la sensación de comunicación con el resto fue ilusiorio, la sensación de existir en medio del resto fue ilusorio. Desde ese momento que no he vuelto a mirar atrás, atrás quedaron las horas perdidas, energía de mis baterías desperdiciadas, atrás quedaron esos momentos donde me comparaba con el resto. Atrás quedó la necesidad de compartir contenido ajeno. Atrás quedaron esos momentos donde no había nada que hacer. Siempre hay algo que hacer, el problema es que no siempre habrá tiempo para ello, por lo mismo, no debemos desperdiciar tiempo. El tiempo y la vida es lo único que no vuelve, y son aquellas las que debemos valorar con todo nuestro ser. Te recomiendo que no uses redes sociales, te harás un favor.