La extinción de internet: política, redes y plataformas /////////////////////////////////////////////////////// Autor: Geert Lovink Contenidos adicionales y edición: Carlos A. Scolari y Laura Pérez -Altable En este documento Geert Lovink reflexiona sobre el impacto de la cibercultura y su resistencia a la entropía inspirándose en el legado del filósofo Bernard Stiegler, quien aboga por la justicia climática y la investigación filosófica, y llama a la acción frente a la entropía cibernética. Lovink se enfoca en la sobrecarga informativa y sus efectos psicológicos, como distracción, agotamiento y ansiedad, y critica la reducción del conocimiento a mera información. El texto se basa en las ideas de Gilles Deleuze y Félix Guattari sobre la necesidad de resistencia y creación, y sugiere que es esencial desarrollar un nuevo lenguaje para comprender y enfrentar las catástrofes actuales. Lovink propone un enfoque crítico y práctico para abordar los desafíos tecno -sociales actuales. Asimismo, aborda la idea de Franco Berardi del "Tercer Inconsciente", relacionado a la mente tecno -social, y reflexiona sobre la necesidad de un nuevo psicoanálisis adaptado al siglo XXI. Por último, el autor cuestiona la efectividad del análisis crítico para abordar las plataformas digitales y explora el concepto de entropoceno de Stiegler, vinculado al aumento de la entropía. El texto llama a repensar las redes sociales y desarrollar alternativas tecnológicas y sociales sostenibles, y considera la extinción de internet como una posibilidad y un desafío para repensar nuestras prácticas digitales y sociales. Introducción En el contexto del acelerado cambio tecnológico y las turbulencias sociales que caracterizan nuestra era, el texto "La extinción de internet", de Geert Lovink, presenta una indagación profunda sobre las intersecciones entre la tecnología, la cultura digital y la política. A través de una serie de reflexiones que abarcan desde la cibercultura hasta el impacto de las plataformas digitales y la inteligencia artificial, el autor nos invita a explorar las complejidades y desafíos de un mundo cada vez más interconectado y dependiente de las tecnologías digitales. Al explorar este texto nos encontramos con una crítica del actual contexto digital, en el que la proliferación de plataformas ha reconfigurado no solo la forma en que interactuamos, sino también cómo comprendemos y participamos en el tejido social y político. De este modo, Lovink profundiza en las dinámicas de poder, la economía política de las plataformas y las implicaciones de un mundo cada vez más mediado por algoritmos y datos. La reflexión se extiende hacia la inteligencia artificial, no solo como una tecnología emergente, sino también como un fenómeno que plantea interrogantes fundamentales sobre la autonomía, la creatividad y la ética en la era digital. Lovink examina críticamente cómo las narrativas en torno a la inteligencia artificial a menudo sirven para distraer la atención de problemas más arraigados y urgentes en el ámbito digital. Otro aspecto central de este texto es su exploración de las posibles alternativas y caminos a seguir. Frente a los desafíos y limitaciones de la regulación y la crítica tradicional, Lovink propone una mirada hacia intervenciones más radicales y creativas, incluyendo el arte y la cultura digital como medios para abrir nuevas conversaciones y horizontes. Se enfatiza, de este modo, la importancia de repensar y reimaginar nuestra relación con la tecnología, buscando formas de acción y organización que vayan más allá de las estructuras y las lógicas dominantes. En su conjunto, este texto no solo es un llamado a la reflexion crítica, sino también una invitación a imaginar y trabajar hacia futuros alternativos en los que la tecnología sirva para enriquecer y no limitar nuestra experiencia humana. Es un texto que desafía al lector a pensar de manera diferente sobre el mundo digital y sus infinitas posibilidades, al tiempo que reconoce los riesgos y desafíos que este presenta. El informe se estructura en tres partes. En la primera, se presenta la traducción al castellano de "La extinción de internet", un ensayo de Lovink que aborda los temas antes mencionados. La segunda sección propone una entrevista a Lovink realizada por Carlos A. Scolari en la que ambos entablanun diálogo sobre la trayectoria científica y política de Lovink y su visión de los cambios del ecosistema mediático. Finalmente, en la tercera parte, Laura Pérez -Altable cierra este informe con una reflexión acerca del impacto de las plataformas digitales y el crecimiento de los movimientos populistas de extrema derecha, relacionándolos a las ideas expuestas en el texto de Lovink. ENSAYO La extinción de internet //////////////////////// Geert Lovnik ¿Puede la cibercultura resistir a la entropía y evitar su captura, a la vez que se enfrenta a su interminable final?2 Esta pregunta es parte del legado que nos deja el filósofo francés Bernard Stiegler, fallecido en agosto de 2020. Durante los primeros meses de la pandemia del coronavirus, justo antes de su muerte, Stiegler dio forma a una antología programática a la que tituló Bifurcate: There is No Alternative (3) (en castellano, "Bifurcarse: no hay alternativa"). Bifurcate es una agenda para la justicia climática y la investigación filosófica, y, aunque se basa en su propio trabajo, está escrita mano a mano con la generación de Greta Thunberg, que escribe colectivamente a través del Colectivo Internation. "Bifurcarse" significa partirse en caminos distintos, ramificarse en distintas direcciones. Y en este caso es una llamada a tomar un camino diferente, construir alternativas y dejar de ignorar la cuestión de la entropía - una clásica preocupación de la cibernética - . En el marco de la crítica digital, concebimos el desorden que reina como un problema derivado de la sobrecarga informativa. Una sobrecarga que es inseparable de síntomas mentales precipitados por las arquitecturas extractivistas subliminales de las redes sociales: la distracción, el agotamiento, la ansiedad. Stiegler puso a nuestra era el nombre de "entropoceno", un concepto análogo al de antropoceno, aunque caracterizado por "el enorme repunte de la entropía en todas sus formas (físicas, biológicas e internacionales)". Como apuntaron Deleuze y Guattari, "no nos falta comunicación, al contrario, tenemos demasiada. Nos falta creación. Nos falta resistencia al presente". 4 Nuestra tarea ha de ser entonces la de crear un nuevo lenguaje para entender el presente, con la intención de evitar múltiples catástrofes o sobreponernos a ellas, ejemplificadas en este caso en el concepto de Extinction Internet. Mientras Stiegler y otros hacen hincapié en que el desastre ecológico tendrá que ser pensado a través de sus planos físicos, biológicos y psicológicos, yo pongo el énfasis en la reducción del conocimiento a mera información, y las implicaciones que eso tiene para nuestros hábitos psico - sociales, nuestras prácticas y propensiones. A lo largo de los últimos años he señalado cómo las implicaciones políticas y estéticas del ruido y la distracción afectan nuestro estado mental, sobre todo en el caso de las generaciones más jóvenes. Aún está por verse si estos apuntes sobre la ansiedad, la ira y la tristeza en la red pueden ofrecernos piezas útiles para construir alternativas. Últimamente he comenzado a dudar de mis suposiciones sobre el potencial de un análisis crítico de la miseria mental de los usuarios de plataformas. Tengo dudas de que este sea el primer paso necesario hacia la organización, la movilización y, en última instancia, hasta al cambio. Mi generación no tardó en descubrir que Internet, en términos de Jacques Derrida y Stiegler, es un "farmakon", algo tan tóxico como curativo. En ese sentido, la crítica a todo lo que subyace bajo la llamada "ideología californiana" es tanto un rechazo como una propuesta. ¿Cómo podemos engarzar la crítica con el análisis? ¿Cómo podemos tejer redes radicales y pragmáticas que marquen la diferencia en el campo de la investigación, las medidas prácticas y el desarrollo de alternativas? Primero va el diagnóstico y después el cuidado restaurativo. Son dos pasos necesarios para comenzar el proceso de curación. En mi caso, esta convicción se remonta a dos obras que definieron mi trayectoria intelectual. En primer lugar, vuelvo a las Fantasías Masculinas (Männerphatasien) de Klaus Theweleit (1977), una obra que explica cómo las heridas psíquicas de la clase trabajadora alemana la hacían más susceptible al nazismo y su promesa de recuperar una dignidad arrebatada. Y en segundo lugar, pienso en Masa y poder de Elias Canetti (1961), un clásico de la ahora desaparecida "psicología de masas". Recuerdo haberlo estudiado en el Instituto Baschwitz5 en 1983, durante el último año de mi programa de Ciencias Políticas en la Universidad de Amsterdam, justo antes de que el instituto se disolviera y se fusionase con el Departamento de Ciencias de la Comunicación. Su histórica pregunta "Antifa" es, una vez más, la pregunta de nuestros días. ¿Cómo desmontar la armadura psíquica fascista? ¿Por qué las personas son cada vez más susceptibles a las mitologías xenófobas, las teorías de conspiración y las noticias falsas? Proporcionar información 'objetiva', correcta, no puede desacreditar este tipo de falsedades. El neo -positivismo no nos lleva a ninguna parte y simplemente reproduce modos dominantes de supremacía. El pasado nos da una amarga lección: el pensamiento no vencerá al fascismo. Mi generación creció entre las largas sombras de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y el legado de la Generación del 68, la de mis maestros. Piratear el código de programación del fascismo fue una de las muchas tareas a las que tuvieron que enfrentarse. Así como al fascismo se le derrotó militarmente ―y a un alto coste―, sus raíces perduraron. La posguerra trajo consigo tiempos de reconstrucción marcados por la Guerra Fría y el "compromiso de clase", pero estas raíces nunca fueron puestas en cuestión, jamás se arrancaron. En ese sentido, no es casualidad que la pregunta de cómo vivir "una vida no fascista", tal y como dijo Michel Foucault, surgiese durante los años setenta, justo cuando la recesión y la austeridad regresaron a Occidente. 6 Después de un acelerado medio siglo, podemos reformular la pregunta de la siguiente manera: ¿Qué tipo de "tecnologías del ser" necesitaremos diseñar para poder conocernos a nosotros mismos en una dirección opuesta a la de los regímenes normativos que se nos imponen? ¿Cómo podemos vivir una vida no plataformizada mientras seguimos gozando de los beneficios de vivir conectados a través de las redes sociales? Para construir la crítica del estado tecno -social de nuestros días, una de las piezas necesarias será un psicoanálisis actualizado al siglo XXI. En El Tercer Inconsciente,7 el teórico italiano Franco Berardi aboga por un psicoanálisis que "reconozca en el horizonte del caos y agotamiento de nuestros días un punto de partida para la reflexión". Tal y como él apunta, el descubrimiento del inconsciente en los siglos XVII y XIX finalizó en la aparición del psicoanálisis como una terapia y una herramienta de análisis al mismo tiempo. En respuesta al énfasis que los padres fundadores hicieron sobre la negación y la sublimación ―el segundo modo del inconsciente, asociado con Lacan y aún más con Deleuze y Guattari― Bernardi destacó el elemento de la producción. Es decir, no puso el foco sobre la represión, sino sobre la hiperexpresividad. Para él, el inconsciente no era un teatro sino una fábrica, una fábrica impulsada por "la búsqueda sin descanso de una alegría que jamás se logra" y "constantes intentos de convertirse en un ganador que son frustrados por la realidad".8 Cincuenta años después de la liberación del deseo, Berardi propone un nuevo ángulo: un tercer inconsciente que gira en torno a la comprensión de la dimensión tecno -social de la mente, en un mundo que ya no se centra en el crecimiento y la (esquizo)productividad sino en la extinción, la ansiedad y el decrecimiento. Ketamina mezclada con Instagram y punk en vivo. La mente humana ha alcanzado un estado de saturación. Berardi se da cuenta de ello y nos invita a desarrollar nuevos conceptos para la crítica que puedan ayudarnos a entender todo el espectro de sensibilidad mental y atención emocional de hoy en día. Debemos aprender a "cabalgar la dinámica del desastre", nos dice. Una descripción precisa de "nuestra condición mental durante el terremoto actual", que para él "también es un terremoto del corazón y de la mente". A ojos de Berardi, "el fascismo es esencialmente una reacción psicótica a la impotencia y la humillación", algo que ya explicaba Theweleit en Männerphatasien.9 La transición perfecta de COVID -19 a la guerra en Ucrania, la inflación y la crisis energética solo alimentaron aún más el colapso del circuito bio -info -psicológico, sometido ahora al peso de nuevas crisis. Con cada shock nos movemos más arriba y abajo, navegando por el 'atlas vertical' de los conflictos.10 Desde mi interpretación de El Tercer Inconsciente, diría que las tecnologías mediáticas se han fundido en nuestro cuerpo de tal manera que el cuerpo y el alma ya no pueden separarse de la infosfera semiótica. No es solo un cambio en nuestra fisonomía. Pensemos en la fatiga que sentimos en nuestros ojos, en nuestros dedos, en todo nuestro cuerpo, después de otra sesión de Zoom. Pensemos en las neuronas que reorganizan las formas en las que pensamos en un cerebro como el nuestro, enchufado a estas tecnologías. Así es como las tecnologías del agotamiento se extienden en nuestra sociedad, actuando cada vez a una escala mayor. En Europa, Berardi sigue siendo uno de los pocos intelectuales con la sensibilidad sísmica necesaria para entender los oscuros estados mentales de una juventud que no puede despegarse de sus dispositivos. Tomar el pulso a la situación de esta manera, en sintonía con la Generación Z ―la primera generación que experimenta internet como un hecho dado, una esfera fija―, es algo que Berardi tiene en común con Stiegler. Ambos comparten una estrategia común: la fuerte creencia de que la sociedad necesita, antes que nada, enfrentar el abismo. Aquí es donde desemboca el descontento político, en el corazón del inconsciente social. La negación solo puede acelerar aún más las crisis que se están desplegando, pero ¿en interés de quién? El optimismo New Age va de la mano del control de la percepción pública. Por eso el dilema entre la píldora roja y la píldora azul sigue vigente. En lugar de seguir administrando procedimientos disfuncionales, ensayar colectivamente, y practicar, nuestra desaparición y reaparición (pero sin registro) podría ofrecernos una salida. Es hora de incorporar una idea circular del principio y del fin, de rehuir del eterno retorno de los mantras de la optimización y la austeridad. Según Berardi, debemos afrontar el circuito bio -info -psíquico antes de poder cruzar el umbral en el que nos encontramos. Necesitamos explorar colectivamente las "señales, gestos lingüísticos, sugerencias subliminales y convergencias subconscientes" de nuestro tiempo. Adentrarnos en el espacio de la poesía, entendida como "una actividad que da forma a nuevas disposiciones de sensibilidad";11 nuevas disposiciones que se expresan a través de memes irónicos, coreografías, muecas y vídeos divertidos. Contenidos que experimentamos durante momentos de intoxicación extática y nos arrastran más profundamente al vórtice de la experiencia musical e imaginal. ¿Qué tipos de prácticas artísticas están marcando la diferencia al respecto? En mi opinión, la estética investigativa, dirigida a mapear la evidencia y forjar conceptos y críticas a partir de la reorganización de los hechos, solo puede estar en el comienzo de un proceso de transformación radical.12 Esto contribuirá a un movimiento más amplio de escritura y análisis de la historia del arte: un nuevo paradigma, si se quiere, que no se limite a replicar la trayectoria de las Humanidades Digitales, sino que se desmarque de su tendencia a centrarse en la digitalización de archivos y análisis de datos seducidos por números, gráficos y escalas. Hemos superado el punto de las 'competencias digitales' bienintencionadas, ahora estamos rodeados por una política de "urgencias digitales" real. En esta fase, el proyecto de estética investigativa no ha de perder de vista la cuestión del poder, reorientando la contienda política hacia la verdad y confrontando las narrativas de la autoridad y engaño hegemónico con la verdad de los oprimidos - concretada a través de una estética computacional organizada a lo largo de ejes espaciales y temporales - . ¿Puede el 'ser digital' liberarse de las vanidosas trampas del marketing? ¿Puede nuestra experimentación con la libre cooperación y colaboración ayudarnos a escapar de la jaula del Yo? ¿Cómo rescatar lo "tecnosocial" de las manos del Silicon Valley y el control estatal sin caer en la romantización de la desconexión, el ensimismamiento o un comunalismo a la defensiva? Este es el proyecto político y el anhelo apasionado de una multitud de amigos italianos con los que tengo el privilegio de trabajar, como Donatella Della Ratta, Tiziana Terranova y tantos más. En su punto de partida, hallamos una convincente inversión dialéctica. Desde su perspectiva, en lugar de retratar lo social como el producto de grandes transformaciones históricas como el capitalismo, la industrialización, el imperialismo, el patriarcado o el colonialismo, lo social se ve como una fuerza catalizadora original, un poder soberano que por sí es inventivo y crea nuevas formas de producción y reproducción. Las redes sociales, en este sentido, podrían ser descritas de una forma más adecuada como el verdadero motor de las tecnologías imaginarias de nuestros días. Tecnologías que una y otra vez se encuentran con una expropiación capitalista que, reactiva por naturaleza, obliga a lo social a rendirse. Colectivamente, necesitamos revertir esta tendencia y devolver a lo social su propia autonomía, su propio poder de decisión. A pesar de las derrotas, lo tecnosocial aún conserva su poder transformador, y está lejos de ser una víctima indefensa del capitalismo. Este es un asunto a tener en cuenta si queremos anticiparnos a la sociedad tecnológica durante esta turbulenta 'segunda crisis del petróleo'. Lo es, por ejemplo, si aspiramos a superar en términos energéticos a los dichosos data -centers, concibiendo nuevas arquitecturas computacionales de redistribución que nos den una alternativa a guardar todas nuestras bibliotecas de forma offline en discos duros de terabytes. ¿Qué es lo social hoy en día? Estos pensadores italianos nos enseñan a tomar muy en serio esta pregunta. Hace cuarenta años, habríamos respondido: movimientos sociales autónomos. Hace treinta años, las llamadas "tactical media communities"; hace veinte años, las redes sociales y la web 2.0; y hace una década, las plataformas. ¿Qué se oferta hoy en día, aparte de un bienintencionado retorno a los valores del software libre? A nivel interpersonal, Berardi propone una "reconversión psico -cultural" que nos lleve hacia "la frugalidad y la amistad".13 Con mi amigo de Sydney, Ned Rossiter, me di cuenta de que las 'redes organizadas' tienen fuertes lazos y una estética distribuida que se extiende a través de numerosos nodos y localidades. Es algo que contrasta con las estructuras que solemos atribuir a las redes, que tienen lazos débiles y se deshacen con facilidad. Las redes organizadas siguen siendo una promesa, al igual que el potencial incumplido de la 'Internet Critique'. Un nuevo repunte del asociacionismo y la pertenencia a organizaciones como los partidos políticos - entendidos como un medio para reclamar el poder político - parece incluso más improbable que cuando estudié este tema hace cuarenta años. ¿Cómo transformar el descontento y la contrahegemonía en una verdadera transición del poder en la era del tardoplataformismo? La cuestión organizativa sigue siendo muy relevante, no sólo para los movimientos de protesta, sino también para los artistas, diseñadores y otros trabajadores nómadas y precarios. "Convénceme de que no estamos ante la "edad oscura" de la era digital", declaró Regina Harsanyi en Twitter en 2022. La pérdida del espacio privado se siente real. Y en muchos sentidos, lo es. Hemos sido arrastrados a un agujero negro virtual.14 Y a pesar de ello, hay belleza en la descomposición. Esto es lo que la investigación crítica de los memes nos ha enseñado en los últimos años. Existe una estética de la descomposición que la cultura de internet transmite, encarna y reproduce. Es por eso mismo que nos apresuramos a escribir la historia de la cultura online efímera, ya que otros no lo harán por nosotros. Después de tres décadas hay una sensación amenazante, aún más pesada, que va más allá de la regresión y el estancamiento, incluyendo sus estados oscuros correspondientes. Como dijo Brecht: "porque las cosas son como son, las cosas no permanecerán como son". Ahora, la extinción de internet es una posibilidad que se vuelve a plantear. Nos encontramos con una verdad incómoda. No sólo ante la cancelación de sus infinitas posibilidades que ha traído el realismo plataformista, sino también ante el horizonte existencialmente desafiante de la finitud. No del TCP -IP o de la conmutación de paquetes. Los días del "Extinction Internet" marcan el fin de una época de imaginación colectiva que en muchos sentidos demostró que era posible imaginar formas alternativas de disposiciones tecnológicas vertical y horizontalmente. No hablamos de una cumbre, sino de muchas mesetas. En última instancia tendremos una cartografía clara del estancamiento y la recesión, pero la tarea actual es la de teorizar su colapso. La destrucción llega después de la deconstrucción. De la misma manera en que la Internet Critique y sus alternativas fueron ignoradas antes de este período apocalíptico, el optimismo que reina en las instituciones no recompensará a nadie por alertarnos del desastre. Es hora de infundir sobre el frío enfoque gerencial de la gubernamentalidad algorítmica la hauntología de Mark Fisher. Necesitamos despertar y ver que el apagón se ha vuelto sistémico. Modas nihilistas como la de las criptomonedas, orientadas a encontrar la vía rápida al enriquecimiento son tecnologías del Último Día. ¿Qué sucede después de que lo invisible se ha vuelto aparente y superamos el vacío del pensamiento? El olor a extinción está en el aire. El realismo darwinista afirma que es tu elección permanecer pobre y desconectado, expuesto al frío, el calor, las sequías o las inundaciones. Es hora de convocar una huelga, una huelga contra la optimización. Dejemos de hacer mejoras, ni una mejora más para le eficiencia, ni un aumento más a la productividad. Es hora de usar las lógicas del diseño para pensar estos problemas; tiempo para imaginar "provocatipos". Escuchemos a voces de Substack como Angelicism01 - mi Greta Thunberg nihilista - , una e -girl virtuosa para la poesía y la teoría que escribe: "internet es imposible. No pienso en él porque me destroza. Un día en internet lo es todo. No puedo saber si internet terminará. Sin embargo, sé que la extinción se cierne sobre nosotros." También dice lo siguiente: "La extinción cambia. La extinción es un intercambio. La propia extinción está cambiando. Esto es lo que dicen las máquinas del cambio. Esto es lo que significa dejarse llevar por la transformación hasta el final. Internet y la extinción están inextricablemente unidos. Experimentar internet es experimentar la extinción."15 La técnica, como tal, no nos impide hacer cuestionamientos. El hecho de que estemos inmersos en un sistema no significa que estemos capturados por su supuesta totalidad. Las redes sociales están diseñadas para arrastrarnos hacia el desastre. Desautomatizar algo, en el contexto de internet, significa interrumpir los hábitos repetitivos que penetran en la profundidad de nuestros cuerpos conectados. Hay algo liberador en perder nuestro perfil, es una forma de poder olvidar. ¿Qué podría ocupar el vacío en nuestros cerebros desfragmentados una vez internet haya desaparecido? ¿En qué podría consistir la vida después de que nuestras mentes frágiles ya no sean asaltadas por los efectos adormecedores y depresivos de esa inercia hacia el desastre? Las neuronas, tras la extinción de internet, serían una nueva reserva activa de imaginación y reinvención de la cognición, los bloques de construcción fundamentales de la sociedad. Esta es la lección que nos legó Stiegler. La extinción de internet no es simplemente una fantasía apocalíptica de la tecnología digital. No se consagrará de un segundo a otro por un pulso electromagnético, liberado por un arma de destrucción masiva. La extinción del internet es el fin de una era de posibilidades y cábalas cuando la adaptación ya no es posible. El duelo por la desaparición del internet ya comenzó mucho antes, cuando las plataformas cancelaron nuestra imaginación colectiva. Parece que otro internet ya no es posible. El usuario -programado está condenado a vagar como un zombie, deslizando su dedo por la pantalla y navegando sin pensar, sin ser consciente de su propia actividad. Así como hace no mucho tiempo he descrito este comportamiento subliminal o subconsciente, su evolución es ahora hacia la muerte cerebral. Mientras un estado soporífero emerge paulatinamente, nuestra manera de informarnos continúa funcionado de forma automatizada. Debemos esforzarnos en ganar tiempo, en reclamar y okupar el internet del futuro. Debemos diseñar configuraciones autónomas del espacio - tiempo que permitan germinar a la reflexión y buscar sin la necesidad de querer encontrar algo. El post -internet se presentará a sí mismo como una transformación tecnológica irreversible. Como contraataque, necesitamos rediseñar aquellos sistemas que nos están causando pérdidas de memoria y saber. Llegados a este punto, el proyecto no ha de ser afrontar la extinción de internet misma, sino también superar los efectos depresivos de su desaparición. Fisher una vez escribió: "las crisis, ya sean crisis del capitalismo o fruto de la protesta, ya no producen cambio alguno; lo viejo desaparece pero lo nuevo se resiste a nacer".16 De la misma manera, yo tuve que aprender por las malas que ni la Internet Critique ni el psicoanálisis colectivo de nuestro ser digital conducirán a un cambio. Por eso mismo, en términos de Stiegler, nuestra tarea es "poner tales automatismos al servicio de una desautomatización negantrópica".17 En ese sentido, la estrategia para superar la entropía podría implicar la desautomatización de todo: desde el éxodo de las redes sociales hasta el desmantelamiento de centros de datos, la recogida de cables de fibra óptica o la incautación de Siri y Alexa. En lugar de culpar a las disciplinas académicas actuales, deberíamos avanzar y realizar un análisis no -moralizante de la situación actual que anticipe la desaparición de Internet. "Internet no existe", escribe Angelicism01. "Tal vez existió hace solo un corto tiempo, como hace dos días, pero ahora solo queda su borroso reflejo, un espejismo, una doxa, su fecha de caducidad. Si alguna vez existió, no podríamos verlo. Internet se ha ido, nadie puede llevarnos hacia él. Cuando algo desaparece, el espacio que ocupaba pretende seguir llevando su nombre." Paul Virilio y Jean Baudrillard me enseñaron que existe una estética de la desaparición. Necesitamos averiguar cómo organizar una forma alternativa y radical de afrontar la extinción electrónica. No se trata de proclamar: ¡Internet está muerto, larga vida a Internet! Esta historia puede tener otro final. Ese final alternativo no se producirá por bombardear generadores de energía eléctrica como lo hacen los invasores rusos en Ucrania. Tampoco se llevará a cabo instalando, desinstalando y volviendo a instalar las conexiones Star Link de Elon Musk. Tal vez ya nos hemos quedado sin tiempo para realizar el trabajo de investigación apropiado, pero lo menos que podemos hacer es ponérselo fácil a los artistas, escuchar atentamente su imaginación 'cli -fi' y cosmotécnica. Como en la biosfera, la pérdida de diversidad que asola a la infosfera tiene consecuencias entrópicas que la hacen más frágil e infértil, empujándola a un colapso sobre sí misma: construir redes para la ciber -crítica, recurrir a la computación en búsqueda de un detox digital, o encomendarse al diseño de aplicaciones para proteger nuestros datos. ¿Qué es el decrecimiento digital, el desaprendizaje automático o la anti -inteligencia artificial? Es así como el pensamiento farcamológico y sus reflexiones se vuelven procedimientos aplicados de diseño. El reto sería, como diría Stiegler, abrir espacio a esas bifurcaciones improbables e incalculables en la propia educación universitaria, implementando conceptos restauradores, protocolos y prototipos. Siguiendo a Anaïs Nin, podemos decir que el canal de comunicación que nos hace falta "debería ser un hacha contra el mar helado que albergamos". La propuesta aquí es repensar las redes sociales desde los cuidados: construir herramientas para la computación intergeneracional que sirvan para resolver los problemas de esta enorme crisis en todos los niveles. Este es un pensamiento integrado en el que la pregunta ya no es qué podemos hacer con el interminable flujo de aplicaciones descargables que van y vienen: desde TikTok, Ethereum, Dall -E, Zoom y Clubhouse hasta BeReal y sus agendas ocultas de extractivismo. Dejemos de construir soluciones Web3 para problemas que no existen lancemos herramientas que descolonicen, redistribuyan valor, conspiren y organicen. Como bien lo expresó Bogna Kronior en Twitter: "No quiero libertad de expresión, quiero una web que no se correlacione con el mundo de carne y hueso, que no convierta todo en un concurso de popularidad, en una mezcla de narcisismo y adicción a la dopamina. Anonimízala, haz que nuestros ojos y sistemas nerviosos sean soberanos. Pongamos fin a la economía de identidad. No trabajemos más para las plataformas observados por autoridades invisibles y distantes."18 ¿Qué sentido podrían tener las teorías del decrecimiento para el futuro de internet desde el momento en que su población supera los cinco mil millones? Baudrillard nos enseñó que la explosión de información se experimenta como una implosión. ¿Qué sucede cuando las ciudades inteligentes colapsan en el agujero negro del metaverso? ¿Qué pasa cuando las sociedades post -COVID -19 se enfrentan al rechazo al trabajo? ¿Qué queremos decir cuando rapeamos "verdades contra las plataformas" o creamos videos de "propaganda climática"? ¿Qué significa la parresía en Internet, más allá de la libertad de expresión liberal? ¿Cuáles son nuestras preocupaciones ecológicas más allá del gasto energético de los centros de datos y derroche de electricidad que genera la criptominería? Lo que define el estado actual de las "cosmotécnicas", como lo llama Yuk Hui, es la inquietante maraña entre la aceleración de la historia y el estancamiento social. Las cosmotécnicas surgen cuando no es posible volver a los estadios más ingenuos de la globalización, pero a la vez se evita poner freno al repliegue geopolítico. De este claroscuro nacen tecno -monstruosidades como la fascinación de los ultraderechistas libertarios por las criptomonedas, las noticias falsas, los deep fakes y los sesgos de la Inteligencia Artificial. La expectativa de estos desarrollos tecnológicos que podrían ser conducidos o domesticados a través de decisiones políticas, ha quedado atrás por completo; los mercados tampoco lo harán. Junto con Pieter Lemmers, Hui escribe: "La verdad de nuestro tiempo es una verdad ante la cual, según Stiegler, prácticamente todos prefieren cerrar los ojos. Es demasiado traumática, inconcebible y espantosa. No habla sólo sobre la posibilidad del fin de la humanidad, sino sobre la probabilidad casi inminente de la desaparición de la humanidad, al menos de la civilización humana tal como la conocemos." Hasta la minoría rica 'preparacionista' que aspira refugiarse en búnkeres subterráneos de Nueva Zelanda, o la que organiza un éxodo al espacio exterior, está igualmente condenada; nadie escapa a la combinación del colapso civilizacional y el desastre climático. La extinción de una especie es un hecho indiscutible. El fin de internet tal y como lo conocemos, o incluso más específicamente, el fin de las culturas digitales tal y como las conocemos (y estudiamos) se acerca aún más. Durante la última década, internet ha dejado de ser cool y celebrado, de ser "parte de la solución", para ser parte del problema, incapaz de frenar sus propias tendencias autodestructivas. Es posible que ya hayamos pasado el punto de no retorno; silenciar a los no -humano ya no funciona. ¿Cómo responder a la disyuntiva, antes retórica, de "programar o ser programado"? ¿Cómo es posible hacerlo en un momento en que el código abierto y el software libre están moralmente en la bancarrota tras venderse a las corporaciones, y por tanto ya no atraen a las nuevas generaciones? ¿Qué sucede cuando los alemanes no pueden lidiar con sus "tormentas de porquería" y los franceses vuelven a sentirse atraídos por el pensamiento colapsista? En pocas palabras, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que internet ha dado un giro catastrófico sin solución posible? Tomemos por ejemplo Infinite Detail de Tim Maugan, 19 una historia de ciencia ficción ambientada en un futuro próximo que explora la idea de un "botón de la muerte". En la novela de Maugan, un ciberataque apaga permanentemente internet provocando el fin del mundo tal y como lo conocemos. Un corte de los cables submarinos y el ataque a los sistemas de telecomunicaciones y los centros de datos está sucediendo ahora mismo. Volvemos al origen militar de la cibernética y el internet, a los trabajos de Paul Virilio y Friedrich Kittler que sentaron las bases de mi formación intelectual hasta hoy en día. Aunque internet prometía resiliencia, su colapso es real. Extinction Internet trata sobre el decrecimiento y sobre poner fin a la extracción de datos, pero también de apagar las pantallas y frenar abruptamente nuestro doom scrolling. Sin embargo, también trata sobre demostrar que aún es posible implementar principios de prevención ante la extracción de datos en nuestros dispositivos, asumiendo que pronto vamos a alcanzar el 'pico de datos' y que propuestas actuales como la 'IA ética' y los 'buenos datos' no producirán justicia social, no acabarán con el capitalismo racial ni evitarán la catástrofe climática. Para expresarlo en términos post - apocalípticos, de ciencia ficción: no necesitamos un punk solar, sino punk lunar. En lo que respecta a los estados mentales, recientemente hemos centrado nuestra atención en cómo las plataformas nos inducen a la distracción, a la impotencia reflexiva y a la hedonía depresiva, como la llamó Fisher. A esta alarmante situación se le suma la creciente solastalgia: una forma de angustia y depresión empujada por la transformación del clima, que emerge con fuerza mientras se multiplican los desastres naturales, las condiciones climatológicas extremas o las alteraciones profundas del mundo que nos rodea. Con millones de refugiados climáticos (cifras que van en vertiginoso aumento), tenemos el desafío de pensar juntos cómo afrontar que la superposición de tantas crisis haga de nuestra dependencia hacia las grandes plataformas solo una de las muchas preocupaciones urgentes. La idea de que internet está detrás de la aceleración de los grandes problemas del planeta genera cada vez más consensos. Los protocolos presuntamente "bondadosos" y la naturaleza descentralizada de una "red de redes" se han mostrado incapaces de desafíar el centralismo de las plataformas y su poder autoritario. También han puesto de manifiesto su susceptibilidad a la cooptación, siendo incapaces de circunvalar la política del mundo real. Aunque sus organismos de gobernanza están controlados por ingenieros bien intencionados y ministerios de telecomunicaciones, mientras Facebook y Google detenten una posición central, será muy poco probable que se produzca ninguna "revolución desde arriba". Por eso ahora es más necesario aún trazar mapas donde queden marcados los pasos a seguir a la hora de reclamar internet; especialmente aquí en Amsterdam, ante sus centros de tecnología financiera y el peso estratégico de Amsterdam Internet Exchange (con sus edificios funky). Después de todo, esperar que Bruselas mueva un dedo es como esperar a Godot. Además, ¿cómo van a poder liberarse las universidades de su dependencia hacia Google y Microsoft? ¿Cómo pueden emanciparse los artistas de Adobe e Instagram? En la conclusión de mi libro Stuck on the Platform (en castellano, "Atrapados en la Plataforma") tracé un mapa con el que se podría lograr el éxodo de las plataformas. Para ello, hice uso del concepto "stacktivism"", una forma de activismo en internet consciente de las interdependencias que guardan entre sí las alternativas que proponen y que las conciben de forma estratificada. Sus propuestas incluyen repositorios públicos, infraestructuras descentralizadas, y programas y sistemas operativos libres y gratuitos cuyas interfaces no busquen manipularnos, pero que aporten también filtros de Inteligencia Artificial y el uso de foros participativos en la toma de decisiones. Expandamos la discusión y abramos tiempo para diseñar configuraciones espacio -temporales autónomas que permitan desplegarse a la reflexión colectiva. Se trata de algo crucial, no de una propuesta oscura, ni de una utopía. De hecho, detesto las fantasías globales de "computación planetaria" o "terraformación" que promueven autores como Benjamin Bratton, autor de The Stack, o la metafísica de la llamada "teoría digital". ¿Entonces cómo podemos "perturbar a los perturbadores'? Primero, necesitamos asegurarnos de que nuestros conceptos y nuestros planes se pueden aplicar a gran escala. Esto implica, por ejemplo, evaluar la transición del actual modelo de negocio extractivista a lo que Stiegler y sus colaboradores pusieron el nombre de "economía contributiva". En este modelo alternativo, los pagos de persona a persona se suman a una economía circular sostenible que generalmente opera con la redistribución de la riqueza y de los recursos tanto a nivel local como a nivel global. A mi modo de ver, esta es la dimensión decolonial de la Cuestión de la Información, un área que necesita más trabajo relacionado con la huella de carbono, la extracción de tierras raras y los problemas ligados a la gestión de residuos electrónicos para uso digital. Como dice Michael Marder en su Philosophy for Passengers (En castellano, "Filosofía para Pasajeros"):20 "cuando el mundo termina su viaje, comienza el viaje de comprensión". Entendiendo Internet. Nuestra tarea como teóricos, artistas, activistas, diseñadores, desarrolladores, críticos y otros desarraigados será sobreponernos al desmoronamiento de lo digital y desarrollar una visión radicalmente modesta hacia su potencial. Necesitamos tomar una bifurcación para poder movernos hacia nuevos horizontes, abriendo un camino a lo que Stiegler llama el "Neganthropoceno". En comparación con el desastre climático que estamos viviendo y la creciente desigualdad social, el desafío computacional de alcanzar esta meta es relativamente menor. Después de todo, las líneas de código se pueden reescribir, y los sistemas operativos se pueden rehacer de nuevo. Los cables y señales pueden ser redirigidos, los centros de datos pueden ser descentralizados, y se pueden instalar infraestructuras públicas. Como observó Walter Benjamin: "que "las cosas continúen así" es la catástrofe". El problema no es que internet vaya a colapsar de la noche a la mañana - y que, si no lo hiciese, la tesis de la extinción se demostraría equivocada - . Ya existen suficientes cortes de electricidad en el mundo, como me recuerdan mis amigos en Ucrania.21 Además del "racionamiento de carga", están los filtros, los muros de pago, algoritmos y inteligencia artificial, la censura estatal, los hackeos, los parches fallidos y la moderación de contenido; todo realizado por mano de obra barata. Habrá cada vez más "eventos improbables" más allá de las antiguas categorías de la guerra cibernética o el hackeo. Este mundo postnatural está a punto de dar saltos y giros extraños. El carácter impredecible de la cosmotécnica sorprenderá a aquellos que creen en una conectividad fluida y estable. Sin embargo, lo que realmente está en juego aquí es el colapso de la imaginación colectiva frente a una tecnología que desempeña un papel fundamental en la vida cotidiana de miles de millones de personas. Una tecnología que, no obstante, puede ser moldeada, dirigida, diseñada y llevada hacia lugares no deseados. La posibilidad de cambio se ha ido cerrando a lo largo de una década o más, y ahora en su lugar tenemos interfaces de usuario fluidas y vídeos de gatos. Hemos avanzado a un ritmo lento pero constante a través del desarrollo de aplicaciones alternativas. Además de Linux, Wikipedia y Firefox, asentados desde hace tiempo, tenemos a DuckDuckGo, Signal, Telegram, Mastodon, Fediverse, DeepL, OpenStreetMap, Jitsi y Cryptpad. La lista está creciendo. Sin embargo, en lo que respecta a las redes sociales, las herramientas que necesitamos han demostrado ser demasiado difíciles de forjar. Durante la "década perdida" de Internet hemos estado reorganizando las sillas del Titanic con una clase privilegiada de consultores al timón del trasatlántico. Lamentablemente, el optimismo organizado anuló con éxito la crítica. Esta es la verdadera tragedia de la crítica de Internet "Made in Europe".22 ¿Dónde está nuestra resiliencia ahora que la necesitamos? Mientras el foco se desplazaba al escenario paralelo de las cripto, el blockchain y los sistemas de pago, lo tecno -social permanecía desatendido. ¿Es un retorno a las plataformas y a los protocolos? ¿Queda tiempo para programar nuevos comandos de conexión? Con los niveles de desesperación y enfado en aumento, muchos sienten que será poca cosa y llegará demasiado tarde. La paciencia para establecer ritualmente un consenso burocrático es escasa, y las soluciones se delegan una vez más en agencias de relaciones públicas, "los mercados" e ingenieros no tan "neutrales", de los que se espera una solución al problema. No tengo ambición alguna en convertirme en la Casandra de las plataformas. Tampoco me muero por escribir una elegía a mi medio más preciado. El temor ante su partida esta tán generalizado que raramente lo mencionamos por respeto a los ausentes. "Utilizamos las redes sociales, pero ya no int..." Bruce Sterling, referente cyberpunk, allanó el terreno para esta idea en 1995 con su Dead Media Project, tal y como se esperaría de un escritor de ciencia ficción de su talla. El sitio web tenía como objetivo reunir tecnologías de la comunicación obsoletas y olvidadas, reunir los fracasos, los colapsos y los mayores horrores de la evolución mediática.23 Entonces, Sterling y el resto de contribuyentes al proyecto ya añadieron medios digitales exclusivamente textuales como telnet, gopher o los newsgroups a su catálogo de esquelas. Más temprano que tarde, Internet pasará a estar en esa lista. Seguramente, nos lo venderán como un cambio al servicio del progreso, en beneficio de los usuarios. Alimentemos la entropía, démosle la vuelta a cada meme, llenemos las pantallas de coreografías y hagamos scroll hasta que amanezca. Al llegar el alba, la humanidad estará ocupada con asuntos más urgentes. Algunos renegados recordarán "El corto verano del internet", aquel que precedió al largo reinado de los Titanes - hasta que una erupción cubrió las culturas digitales con una gruesa costra de ceniza semiótica, apagando los restos del diálogo y el intercambio - . Es nuestra tarea como cronistas, tal y como nos recordó Walter Benjamin en sus "Tesis Sobre la Filosofía de la Historia",24 justo antes de morir escapando del nazismo, también debemos dejar vestigio de hitos menores al narrar este gran episodio de la comunicación: Benjamin nos invita "a apoderarnos de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro". Olvidar el breve lapso de libertad que vivió Internet, con todas sus rarezas y defectos, no es una consecuencia inevitable del progreso; delante de nosotros hay montones de escombros datificados. Nuestra tarea es rechazar tomar partido contra los millonarios y los caudillos, luchar contra la nostalgia tecnológica y retomar la tarea de "cepillar la historia a contrapelo".25 Anunciando el final, liberaremos la energía para crear nuevos principios. - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Entrevista a Geert Lovink realizada por Carlos A. Scolari en el verano de 2023. ///////////////////////////////////////////////////////////////////// Geert Lovink: "La inteligencia artificial es la distracción perfecta" ///////////////////////////////////////////////////////////////////// CAS Al principio, la cibercultura estadounidense estaba muy conectada con los movimientos alternativos californianos. Hace unos días, mientras caminábamos por Amsterdam junto a otros colegas, nos contabas de tu activismo en el movimiento okupa de finales de los años 1970. ¿Cómo fue en tu caso la transición del activismo callejero a las culturas digitales? ¿Cómo influyó este contexto en la creación del Institute of Network Cultures? GL Desde el primer día, mi implicación en los movimientos sociales (como las luchas antinucleares y las okupaciones) ha estado estrechamente ligada a mi participación en los medios alternativos. Junto con mi camarada activista Eveline Lubbers escribí mi tesis de maestría en Ciencias Sociales y Políticas en 1983 sobre el semanario Bluf!, una publicación que fundamos los okupas, y la ubicamos en el contexto más amplio de los modelos alternativos de ingresos. Al año siguiente, viviendo en una casa okupada en Berlín Occidental, cambié mi enfoque y me interesé más por la teoría y las humanidades, lo que culminó con mi decisión, en 1987, "el año de crisis", de convertirme en un teórico independiente de los medios. Sin embargo, no tenía idea de cómo convertir eso en una profesión. No hace falta decir que la generación de 1968 se centraba en sus propias carreras. Mi generación, la intermedia, era literariamente autónoma: "resuélvelo tú mismo" era la consigna. Entonces, durante veinte años no tuve ningún contacto con el mundo académico (todavía no existían los new media) y, de alguna manera, era un trabajador freelance del arte y la cultura. Estuve desempleado durante nueve años mientras construía un corpus de trabajo crítico y desarrollaba infraestructuras independientes como emisoras de radio, colectivos teóricos, imprentas y editoriales. En 1987 todo este trabajo ya era digital. El paso a Internet fue paulatino y reducido. Pero lo que realmente cambió alrededor de 1993 -94 fue el hecho de que mucha más gente se involucró en las redes digitales. En ese momento ya discutíamos si Internet se había convertido en una sublimación de las luchas autónomas. Debemos tener en cuenta que toda la década de 1980 estuvo dominada por oleadas de crisis económicas, austeridad y la desaparición de industrias enteras, en medio de un clima neoliberal dominante hasta mediados de los 1990. Agrega a esto la caída del Muro de Berlín (que celebramos) y tendrás una idea de cómo entramos en Europa en la era de Internet. CAS ¿Cómo era la situación en Amsterdam por entonces? GL Debo decir que Amsterdam es un caso especial, quizás algo parecido al de Berlín. A mediados de los años 1990, en numerosas ciudades europeas las culturas públicas y libres de Internet crecieron dentro de infraestructuras de medios alternativos: okupas, radios libres, programas de televisión por cable, pero también centros de debate como De Balie y el templo pop Paradiso en el caso de Amsterdam. Se trata de proyectos como Adilkno, Radio 100 y Radio Patapoe, Next Five Minutes, xs4all y The Digital City, el taller de Internet y proveedor de contenidos desk.nl, Press Now y nettime. Después de la manía y posterior caída de las puntocom, me mudé a Australia, me casé, nuestro hijo nació allí y obtuve el Doctorado, el "papel" que necesitaba para iniciar el Institute of Network Cultures (INC), el cual comencé cuando volví a Amsterdam a principios de 2004. De hecho, construimos este centro para una red de investigación autónoma, un centro de medios indie dentro de una institución de educación superior. Pero la idea nunca fue mendigar credibilidad académica. Esta estrategia, por supuesto, tuvo un precio del que yo era plenamente consciente: ni becas de investigación ni estudiantes de doctorado. Pero mira al INC, casi 20 años después: ¡todavía estamos vivos! Debemos también agradecer a la formación vocacional y la naturaleza aplicada de la ciencia en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Amsterdam (HvA), la cual nos apoyó durante todos estos años. Somos pequeños, como el pueblito de Astérix y Obélix, estamos orgullosos de lo que hemos conseguido hasta ahora y no nos quejamos. CAS En los años 1990 comenzaste a utilizar el concepto de "medios tácticos", entendido como una mezcla entre arte y activismo orientado a intervenciones temporales en la esfera mediática. ¿Crees que este tipo de acción sigue siendo útil en el ecosistema de plataformas contemporáneo? ¿Las dinámicas hiperaceleradas y efímeras de producción, circulación y consumo textual no reducen el impacto de estas intervenciones? GL En realidad, esto no le corresponde decidirlo a la generación anterior de activistas y artistas. Lo que podría resultar atractivo del gesto táctico de mezclar lo real y lo virtual, lo digital y lo analógico, lo antiguo y lo nuevo, lo dominante y lo marginal, el arte callejero y el chat virtual, es la libertad que proporciona. Las acciones híbridas superan la pesadez de estar "atascados en la plataforma" y señalan formas no puritanas de salir de esa calle muerta llamada redes sociales. Esta es en gran medida la práctica actual de UkrainaTV en Cracovia, una red salvaje de streaming en la que participamos desde el INC como nodo de apoyo. La idea táctica crea conexiones únicas entre la performance, la cultura del DJ Club, la producción de memes, el arte callejero y las intervenciones políticas, incluidas formas colectivas de reflexión y debates sobre lo que funciona y no en determinadas situaciones. Sabemos que ciertas cosas se volverán virales. Otra no. Existe una gran limitación política para trabajar con las plataformas convencionales. No nos equivoquemos: el algoritmo no estará de nuestro lado. Y dado que la inteligencia artificial es una distracción grave, debemos centrarnos en qué formas de organización funcionarán. Muchos sienten que se nos está acabando el tiempo, así que ¿por qué perderlo en la "cuestión de la inteligencia artificial"? Quedarse al margen es una forma de lujo político que pocos pueden permitirse. Esto hace que sea aún más urgente descubrir, juntos, cómo ser inclusivos y oponernos a los cismas y al moralismo divisivo para crear coaliciones temporales sobre cuestiones como el clima, la vivienda, la salud, la desigualdad social y, sí, infraestructuras de medios independientes por fuera de Silicon Valley y el Estado. Esto comienza con nodos y redes inspiradoras que puedan replicarse y ampliarse fácilmente porque, de lo contrario, no habrá ni resistencia ni cambio social. CAS Siguiendo con estas dinámicas de poder, parecería que "plataforma" es la nueva palabra de moda en las conversaciones sobre cultura digital. ¿Las plataformas están matando el espíritu original de las redes digitales? ¿Qué ha sobrevivido de ese componente democrático, participativo y casi anárquico que estuvo presente en los primeros años de Internet y la World Wide Web? ¿O ha desaparecido por completo? GL No hay duda de que las plataformas incorporaron y luego eliminaron la lógica de la red, haciendo casi imposible operar fuera de sus "jardines vallados". Si hoy intentas gestionar una lista de correo electrónico que contenga direcciones de Gmail te deseo mucha suerte: Google simplemente te trata como un proveedor de spam y de facto la cierra. Cada vez hay menos posibilidades de tener servidores independientes. Todo esto ha convertido el discurso sobre los servicios "descentralizados" en una farsa. Sí, servicios descentralizados... dentro de Amazon Web Services, Google y Microsoft. Lo que queda fuera hay que buscarlo en China, Rusia e Irán. Esta melancolía infraestructural es incluso peor que el aspecto mental de la "dependencia de las plataformas" que he trabajado durante los últimos cinco años. Hace poco llegué a la conclusión de que todos mis escritos eran demasiado blandos. Ya no basta con analizar al teléfono embrujado como lugar del Ser. La realidad es mucho más dura. Las plataformas centralizadas parecen ser la solución fácil, pero obviamente no son muy resilientes. En cambio, surgió la metáfora del dark forest, que no es tan clandestina como la de la dark web, pero sí comparable porque se encuentra fuera de las fuerzas extractivistas ávidas de datos. No seamos demasiado misteriosos acerca de su dimensión técnica: puede ser un servidor de Discord, un canal de Telegram, un grupo cerrado de Signal, una zona autónoma temporal dentro de VR -Chat, o tal vez incluso una lista de correo electrónico para algún boomer o geek ocasional. Además de los espacios en línea semi -ocultos que puedan utilizarse para la autoorganización, existe una necesidad paralela de espacios públicos más grandes y abiertos. Podemos afirmar que las ágoras en línea son una idea muerta e ingenua. Está bien. Todo puede ser y será deconstruido, pero no te sorprendas si después de recuerdos tan cínicos te encuentres en un desierto digital solitario. Todas las formas actuales de lo social son vulnerables a los implacables ataques nihilistas. Si te toca la carta de lo políticamente correcto, estás acabado. Frente a esta situación, debemos insistir en que necesitamos foros públicos que explícitamente no sean espacios seguros. Esto no significa que toleremos el sexismo, el racismo u otras formas de discriminación, pero necesitamos espacios de debate donde se puedan expresar las diferencias y desacuerdos para promover formas colectivas de discurso. Justamente, necesitamos que estos lugares también muestren las mejores prácticas, ya que muchas se pierden y se hunden en la oscuridad cuando se trata de lenguajes visuales alternativos y reglas de comportamiento. Respecto a tu pregunta sobre lo que queda de la primera WWW, es legítima y en este punto soy menos pesimista. Lo que queda es la gente, los movimientos sociales como las protestas por la vivienda, Black Lives Matter, la solidaridad con los inmigrantes y Extinction Rebellion. Pero también los levantamientos en Hong Kong y Minsk, las protestas en Francia, lo que prefieras. Podemos observar que todos estos movimientos surgieron a pesar de las plataformas. Imaginemos si hubiera una cultura de Internet independiente, destinada a facilitar la autoorganización, sin censura ni otras formas de interferencia algorítmica... Hoy en día hay una multitud de urgencias, pero la gente común y corriente sólo puede expresarlas y canalizarlas a través de plataformas centradas en los perfiles personales, diseñadas exclusivamente para la autopromoción, controladas por el Estado y otros poderes. CAS Tu libro Atascados en la Plataforma, publicado en español por Bellaterra en 2023, es una obra muy crítica, pero que, sin embargo, va a contracorriente del apocalipticismo digital presente en autores orwellianos como Byung -Chul Han o Shoshana Zuboff ¿Cómo ves este avance de los discursos apocalípticos después de casi dos décadas (1990 -2010) de discursos "californianos" donde predominaba la utopía digital? GL Siempre ha habido una corriente apocalíptica en la cultura de Silicon Valley que ya estaba presente a finales de los años 1980. Muchos asocian esto con Unabomber, el cyberpunk y el trabajo de escritores de ciencia ficción como William Gibson, Bruce Sterling y Neil Stephenson y la primera edición del festival Burning Man y su cultura postindustrial. Lo digital surge en una era de declive del Imperio estadounidense y del avance de Occidente como fuerza global dominante. A primera vista, esto es difícil de conciliar con el frío optimismo de los predicadores New Age que han estado vendiendo la salvación individual mediante el uso de aplicaciones. La maquinaria de marketing de las Big Tech sigue funcionando, pero de hecho ha estado obstaculizando durante los últimos años el lanzamiento de nuevos productos. El nuevo del barrio es TikTok, una aplicación china. Tanto Libre - el proyecto de Shenzhen Libre Technology Co. basado en el open computing y el crowfunding - como el Metaverso de Mark Zuckerberg han fracasado. Si bien la dependencia de Internet alcanzó un máximo histórico durante la epidemia de COVID -19, fueron el comercio electrónico y los servicios de streaming los que prosperaron. Todo lo demás se ha centrado en la consolidación de mercados, que han crecido hasta alcanzar la deslumbrante cifra de más de 5.000 millones de usuarios en todo el mundo. Pero es cierto lo que mencionas: el punto de inflexión es el año 2010, cuando el impacto de la crisis financiera mundial comenzó a manifestarse. Este no es sólo el período en el que el teléfono inteligente se convirtió en el dispositivo dominante de acceso a Internet, sino también el momento del lanzamiento de Bitcoin y el inicio del hype de Blockchain y las criptomonedas (en el cual Silicon Valley no ha tenido participación, ya que constituyen una amenaza para sus modelos de ingresos). Luego vinieron Snowden, el Brexit, Trump y gobernantes autoritarios como Putin, Xi Jinping, Orbán, Modi y Bolsonaro. Todo esto hizo que el solucionismo tecnológico tuviera que imponer su positivismo globalista en una era de todo menos progresista, dominada por una lista interminable de crisis, desde la climática hasta la COVID -19. El zeitgeist de la última década ha sido el de las tensiones geopolíticas, el populismo de derecha y una creciente desconfianza en cualquier sistema de creencias, incluido el solucionismo tecnológico. La ideología que atrae a los jóvenes ya no es la globalista neoliberal que facilita la cosas, sino el tecnolibertarismo regresivo, alimentado por una notable energía criminal. El consenso sobre la ley y el orden se ha roto. Los políticos ya no pueden cumplir, pero tampoco la tecnología digital, una fuerza que se está convirtiendo cada vez más en parte del problema. Podemos ver esto en la fallida comercialización de la inteligencia artificial. Desde el principio, la clase ingenieril digital estuvo dividida sobre su lado oscuro, no solo por el hecho de que elimine puestos de trabajo, sino también porque supuestamente será una amenaza existencial. En los últimos tiempos, el rol de los críticos de Internet, como en mi caso, se volvió aún más inútil a medida que los periodistas y otros mediadores comenzaron a organizar debates y presentar manifiestos críticos que pedían una moratoria del desarrollo futuro de la inteligencia artificial. Ese planteo es diferente si lo comparamos con nuestros intentos de abordar el estatus monopólico de las plataformas, las condiciones laborales en la industria (como los repartidores y moderadores), el uso de la electricidad en los centros de datos y de producción de criptomonedas, el desastre en el Congo y en otros lugares debido a la extracción de metales raros o el desastre de los desechos electrónicos, sin mencionar el daño mental infligido a las generaciones jóvenes. Estos son mis temas. CAS En tu libro has escrito que "la crítica científica parece incapaz de producir más que revelaciones tardías y sin consecuencias". ¿Cómo podrían las intervenciones artísticas abrir nuevas conversaciones y horizontes? GL Necesitamos marcar una diferencia entre el estado experimental y el de laboratorio del desarrollo de conceptos alternativos y, más urgentemente, cuestionar cómo todos estos prototipos, software y prácticas sociales relacionadas pueden ampliarse. Lo que falla en todos los ámbitos es el middleware, las instituciones culturales pequeñas y medianas que pueden ampliar las alternativas públicas impulsadas por el bien común. El problema es la hegemonía financiera pero también cultural del modelo del capital de riesgo, el cual se centra únicamente en el establecimiento de monopolios con el objetivo declarado de eliminar toda competencia existente o potencial. Ya no existen ecosistemas. No importa hacia dónde se mire, esta lógica socava el cambio. Todo esto está relacionado con la victoria de las grandes infraestructuras, desde Google hasta Amazon, pero también con el transporte por medio de contenedores. Los artistas no pueden hacer mucho a este respecto, aparte de atacar el núcleo de la lógica neoliberal capitalista. Quizás sea hora de que admitamos que ya tenemos suficientes utopías. Necesitamos reunirnos, en grandes cantidades, para discutir la siguiente etapa: ¿qué hacer después del próximo colapso?, ¿aprendimos algo de la última pandemia? Ampliar la escala no significa centralizar el mando y control. Tampoco debemos volver a caer en soluciones federadas o descentralizadas y en su deconstrucción. ¿Qué podemos aprender de la bancarrota moral del software libre y de código abierto? Ese debate todavía está por delante y es evitado por la mayoría de los actores culturales y políticos. Mi propuesta sería un enfoque modular de herramientas y modelos que puedan usarse y adaptarse fácilmente a diferentes circunstancias locales y culturales. Esto puede ir acompañado de la ampliación de nuevas formas institucionales. Sin embargo, todo esto debe desarrollarse dentro de una cultura dominante que desconfía de cualquier cambio. Paradójicamente, la aceleración de múltiples crisis no produce cambios. CAS Me gusta mucho esta mirada basada en el middleware que privilegia a los actores intermedios. En este contexto, es casi obligatorio hablar de los intentos de regulación. En Atascados en las plataformas desarrollaste la siguiente idea: "Pedir a las corporaciones que por favor no recopilen datos es ingenuo. No veremos una revolución basada sólo en la regulación y las multas". ¿Cómo podemos superar las limitaciones de la regulación? ¿Qué tipo de estrategia o intervención política debería activarse? GL Algunos pasos son fáciles de seguir. Los monopolios se pueden desmantelar en cuestión de meses. Corporaciones como Google deberían eliminarse de todos los órganos de gobiernanza de Internet y sería necesaria que haya una prohibición inmediata de su grupo de presión en Bruselas. Se trata de una antigua exigencia que ya se propuso hace mucho tiempo en el caso de la industria farmacéutica, el complejo militar -industrial, las grandes empresas agrícolas y las finanzas. Se trata de medidas fáciles de implementar. El debate sobre la arquitectura a largo plazo del espacio público abierto, democrático y sostenible (también conocido como public stack) está tomando forma, pero hasta ahora carece de pilotos. El objetivo debería ser crear lo que Yuk Hui denomina tecnodiversidad. Etiquetas como tecnosoberanía pueden parecer atractivas, pero seguimos dependiendo de otras partes del mundo. No estoy defendiendo la tecnoautarquía. Desconfío de los sentimientos antiamericanos (aunque las estrategias antiimperialistas, particularmente en América Latina, siguen siendo válidas). El resentimiento es un mal médico. Diseñemos otras diversidades. Ante todo, distingamos entre las infraestructuras vitales que deben estar en manos locales o regionales, como el agua, la energía y la fibra óptica, pero también los servicios alimentarios y sanitarios (como se demostró durante el período del COVID -19) y una economía política planetaria adicional. Como se puede ver, soy escéptico sobre el nivel nacional y la capacidad de resolver cualquiera de los problemas anteriores, especialmente en el contexto europeo. CAS Una última pregunta. Parecería que el debate sobre la inteligencia artificial está desplazando las conversaciones sobre las plataformas... En este contexto: ¿podríamos aplicar tus ideas sobre los límites de la regulación a las corporaciones detrás de la inteligencia artificial? Si no avanzamos en la regulación de la inteligencia artificial, ¿dónde debemos poner nuestros esfuerzos si queremos democratizar y limitar los efectos negativos de esta poderosa tecnología? GL Ahora entendemos mejor la necesidad constante de la gran élite tecnológica de distraer y confundir a sus usuarios. Es necesario que haya una interrupción constante de la atención pública con el objetivo de olvidar la cuestión anterior. Sin embargo, cada vez más esto ya no funciona según lo planeado. Estoy de acuerdo. La inteligencia artificial es la distracción perfecta. Su objetivo es mantener la atención alejada de la cuestión subyacente de las plataformas y las cuestiones vinculadas a la propiedad. La relación entre Internet y la inteligencia artificial como tecnología parasitaria aún no se ha abordado explícitamente, pero es sólo cuestión de tiempo. ¿Da su consentimiento a las empresas de inteligencia artificial para que utilicen sus datos y contenidos, sus textos e imágenes? ¿Wikipedia? El entrenamiento de los sistemas de inteligencia artificial no es una actividad inocente, como ya han demostrado todos los estudios sobre sesgos. Este negocio extractivista será lucrativo... hasta que organicemos una huelga planetaria de datos: hay que detener el robo. No hay datos para ti, mi querida inteligencia artificial, resuélvelo tú misma. Muestra al mundo de qué va tu inteligencia, sin los datos robados. La extinción de la reflexión: el impacto de las plataformas digitales en el populismo de extrema derecha Laura Pérez -Altable La obra de Geert Lovink es un punto de partida crucial para reflexionar de manera crítica sobre el tipo de Internet que deseamos en una era dominada por plataformas digitales. Este tema es especialmente relevante en el contexto actual, donde el ascenso del populismo de extrema derecha se entrelaza con la omnipresencia de estas plataformas. Su análisis en "La extinción de internet" proporciona un marco teórico esencial para comprender cómo la sobrecarga informativa y la fragmentación del conocimiento, características de nuestro tiempo, afectan la interacción entre la tecnología digital y las dinámicas sociopolíticas. Lovink destaca estas tendencias, lo que nos impulsa a considerar cómo las plataformas digitales no solo moldean la opinión pública y el discurso político, sino también influyen en nuestra visión del mundo y en la estructura de nuestras sociedades. Además, su trabajo nos invita a imaginar y pensar críticamente sobre el mundo que surgirá tras la eventual "extinción" de Internet tal como lo conocemos, desafiándonos a concebir futuros alternativos más allá de la actualidad dominada por las plataformas digitales. En este contexto digital, la habilidad para procesar, analizar y reflexionar críticamente sobre la información se ve amenazada por el flujo constante de datos. Los algoritmos que buscan maximizar la participación a través de la personalización y la confirmación de sesgos preexistentes crean un ambiente en el que las narrativas simplificadas y cargadas de emoción predominan sobre el análisis detallado y fundamentado, promoviendo la normalización del discurso populista de extrema derecha en la esfera pública. Este fenómeno promueve la normalización y legitimación del discurso populista en la esfera pública, presentándose como una narrativa política más entre las diferentes opciones. Influencers y personalidades públicas, quienes no se identifican como actores políticos tradicionales, proyectan un discurso que parece más genuino, menos sesgado y más imparcial que el discurso político. Esto contribuye a una integración más discreta y a una adopción efectiva de sus puntos de vista entre la población, con el potencial de alterar la percepción pública sobre los partidos de extrema derecha entre los electores, normalizando así la elección de estas opciones políticas extremas en procesos electorales. Desde una perspectiva sociopolítica, la infraestructura y funcionamiento de las plataformas digitales facilita la aparición y consolidación de movimientos populistas que aprovechan la capacidad de las plataformas digitales para difundir rápidamente mensajes emocionales, a menudo en detrimento del razonamiento basado en hechos y la deliberación democrática. Este fenómeno se ha vuelto particularmente relevante para partidos como VOX en España, que han sabido capitalizar el alcance de dicha plataforma digital para difundir su discurso populista (Castro -Martínez y Díaz -Morilla 2021; González -Aguilar, et al. 2023; Albertazzi y Bonansinga 2023, Guerrero - Solé y Vilós i Martín 2023). Este acercamiento estratégico es significativo, especialmente considerando que, según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en la misma franja de edad predominante en TikTok, un 20% de los jóvenes varones expresan preferencia electoral hacia VOX. Así, en este caso concreto, la plataforma TikTok se consolida no solo como una herramienta para la comunicación política, sino como un espacio dinámico donde el populismo de extrema derecha ha encontrado formas innovadoras de adaptarse y extender su influencia en este entorno digital, beneficiándose de las características únicas de la plataforma que favorecen mensajes concisos y visualmente atractivos que llegan a convertirse en virales. De esta manera, las redes sociales y otras plataformas digitales privilegian el contenido que genera reacciones rápidas y emocionales, perpetuando un ciclo en el que la reflexión crítica y la discusión matizada son cada vez más escasas. Esta dinámica afecta no solo la esfera política, sino también la cultura, la educación y el tejido social en general. Además, tiene implicaciones significativas para la cohesión social y la construcción de la identidad colectiva. En un mundo donde la información es omnipresente pero fragmentada y descontextualizada, la formación de una comprensión compartida de la realidad se vuelve cada vez más desafiante, como expresa Lovink en su texto. Esto puede conducir a la polarización social y al fortalecimiento de las cámaras de eco, donde grupos ideológicamente homogéneos se aíslan en realidades informativas paralelas, exacerbando la división y el conflicto social. Una característica que posiblemente comparten figuras como Trump en Estados Unidos, Marine Le Pen en Francia, Matteo Salvini en Italia o Abascal en España, entre otros, es su habilidad para aprovechar el poder e influencia de las plataformas digitales en la configuración de la opinión pública. Utilizan estas plataformas para difundir sus ideas populistas, a menudo dirigidas contra las élites, que pueden ser tanto representantes corruptos del gobierno (según su versión) como empresas tecnológicas. Además, se presentan como defensores de la población frente a aquellos a quienes acusan de cometer delitos o quitar empleos (Pérez -Curiel 2020, 177). En este contexto, la veracidad de sus declaraciones tiende a ser menos relevante que la emoción que suscitan entre su audiencia. Desde una perspectiva social, surge la pregunta sobre cuánta importancia atribuimos a este discurso generado en las plataformas en nuestra opinión pública. En última instancia, se trata de salvaguardar el correcto funcionamiento de la opinión pública y asegurar que los debates que tienen lugar en este espacio se centren en los problemas cotidianos de nuestra sociedad, y los medios de comunicación juegan un papel crucial en este sentido. En este contexto, al analizar el contenido de los mensajes de extrema derecha en las plataformas digitales nos podemos preguntar cómo influyen en la ciudadanía. En otras palabras, nos preguntamos por qué miles de personas siguen votando por partidos de extrema derecha elección tras elección, influenciadas por el contenido que encuentran en las plataformas digitales en algunos casos, incluso cuando los discursos de estos partidos van en contra de sus intereses fundamentales. La respuesta a esta importante pregunta radica en gran medida en la infraestructura de estas plataformas digitales y nuestra creciente dificultad para evitar una vida dominada por ellas, a pesar del alto coste que esto implica, tal como Lovink destaca en su texto. Sin embargo, Lovink también nos recuerda que no todo está perdido en este escenario desafiante. Según su visión, "colectivamente, necesitamos revertir esta tendencia y devolver a lo social su propia autonomía y poder de decisión". A pesar de las adversidades enfrentadas, el ámbito tecnosocial mantiene su capacidad transformadora y no es meramente una víctima pasiva del capitalismo. Además, Lovink en su libro Atascados en la Plataforma (2023) enfatiza la necesidad de reconocer que simplemente pedir a las corporaciones que se abstengan de recolectar datos es una postura ingenua. No debemos esperar que una revolución surja únicamente a través de regulaciones y multas, sino que se requiere un enfoque más activo y colectivo para cambiar las dinámicas actuales. Esta situación en la que nos encontramos nos recuerda de alguna manera las palabras del filósofo Antonio Gramsci, quien afirmó que en momentos de transición, "cuando el viejo mundo se desvanece y el nuevo tarda en emerger, en ese periodo de oscuridad surgen los monstruos". Actualmente, nuestra sociedad podría estar atravesando este periodo de oscuridad, y nos corresponde reconocer esta realidad y colaborar en la construcción de un futuro donde estos "monstruos", en términos de Gramsci, no dicten nuestro destino ni socaven nuestros sistemas democráticos. En este futuro, que en cierta medida ya es nuestro presente, abordar sus implicaciones requiere un esfuerzo colectivo que incluya la reformulación de nuestras prácticas informativas y la reestructuración de las plataformas digitales, tal como nos invita a reflexionar Lovink en su texto.