Golden Axe Hubo un momento en el colegio, en séptimo grado, que me marcó por la "explosión de las computadoras". Tenía 12 años y quería una compu, no sé bien para qué pero la quería para empezar a probar. No sé ahora con el paso del tiempo si fue porque otros tenían y yo quería una también (como suecede en la pre y adolescencia conforme al sentido de igualdad con tus pares) o porque mis viejos me la reglaron porque sí, vaya uno a saber. Todo quedó sepultado en el tiempo, con el polvo de los viejos, viejísimos equipos de edades remotas. La cuestión es que llegó a mis manos una XT (las antecesoras de las AT2025) ¡y estaba fascinado! Tenía un monitor fósforo ámbar que era toda una novedad por esos tiempos, sobre todo por lo "arcaico" del monitor fósforo verde que tenía mi amigo Diego, donde íbamos a jugar muchas veces, muchas tardes. En su cumpleaños nos ponían todos los años de primaria "Laberinto" en la videocasetera. El bueno de David Bowie nunca envejecía. No tenía idea tampoco de la tamaña belleza de Jennifer Connelly que decía presente en esa pantalla. Más tarde sí. Mi amigo Diego tenía una compu un poco más vieja que la mía, no recuerdo el hardware ni tampoco me interesa, sólo lo podíamos evaluar porque el monitor con color verde evidenciaba modelos anteriores para esas fechas que todo eso se compraba en combo. El Golden Axe llevaba 2 diskettes 5 1/4. Claramente el disco rígido era un artefacto que no existía en nuestra imaginación ni por asomo, eso venía muchos eones después. Me gustaba ir a lo de Diego. El ambiente era cálido y siempre estábamos en el comedor. A veces se nos permitía ir a su habitación a jugar con los playmobils (tenía una estupenda colección), pero eran las menos de mis visitas, sobre todo cuando éramos 3 y menos en sus cumples, cuando éramos un poco más. Pero vamos a centrarnos cuando éramos 3, con Ernesto incluido, personaje un poco más "inquieto" digamos, de la primaria, con hermanos más grandes y con una forma de vida diferente, más solitaria. Los padres trabajaban todo el día y él se las arreglaba como podía, adaptándose a las condiciones que le tocaban, saltando de un comercio a otro. El centro de esta narración es ésta: poníamos el diskette 1 del Golden Axe, cargaba haciendo unos ruidos imposibles, como si el CPU quisiera triturarlo, y después te decía: "inserte diskette 2". He ahí que Diego cuidadosamente sacaba el primero y ponía el segundo. Acto seguido nos animaba: "bueno, ¿vamos a tomar la leche?". Y nos sentábamos en una mesa junto a la ventana. El jueguito tardaba un buen rato en cargar. Impacientes abstenerse. Era todo un folclore. Cuando el juego estaba cargado, nos teníamos que turnar. más allá de lo lindo que era jugar de a 2, con ese teclado que podría resistir martillazos sin hacer mella, me arriesgo a decir, las tardes allá eran realmente hermosas. Después de juntarme, cuando mi viejo no podía venir a buscarme en su Renault 6 amarillo, tenía que caminar unas tenebrosas 4 cuadras junto a la vía del tren para tomarme el colectivo a eso de las 6 de la tarde para volverme a casa. Pero éran otras épocas, otros olores, otros derroteros. Años después llegaría la adolescencia con la preocupación de cómo conquistar una chica y el despertar de la admiración de la belleza femenina. Pero eso, amigos, es otra historia. El recuerdo del Golden Axe a fósforo verde con el bueno de Axe o el enano con el hacha tirando la magia es maravilloso. Muchas veces quise encontrar reminiscencias jugando en los videos o con las distros con emuladores de juegos retro, inclusive jugando con mi hijo, pero toda la magia ya se había ido para siempre.