Peleas a la salida Cuando iba a la secundaria, hubo una época en que estaba de moda las peleas entre nosotros a la salida, por diversos motivos, no los recuerdo bien, pero de los más boludos e innecesarios, es más que probable. Pero si nos remontamos años antes, cuando estábamos en primero, verdecitos gurrumines viendo a los "tipos" de cuarto año, la cosa estaba dispuesta como para aprender cómo venía la mano. El tema se sacaba de la siguiente manera, en la primera pelea colegial a la que asistí como observador: había un flaco, repetidor el chico, que citó a pelear en la playa de los edificios a la vuelta del colegio a otro, quizás porque no le gustaba su cara, quizás por medio amanerado, porque eso en los 90 era condición de pelea (no estábamos deconstruidos como ahora). La cuestión es que había 2 contringantes, pero la pelea era muy desigual, el más flaco, el retador, tenía una especie de violencia que seguro quería exhibir para su novia y sus amigos. El otro, visiblemente con poca experiencia en las contiendas, más pacífico, aceptó pero no sé si comprendió los riesgos. ¿El desenlace? el más chiquito -este último- con la cara hinchada después de que algunos adultos terminaran con el espectáculo, espanta ndo a todos. Años más tarde nos tocó a nosotros. Peleábamos por orgullo entre nosotros, por nuestras vidas, por nuestra hombría o por no sé bién qué mierda. A mí me tocó una vez. Después de una confusión con uno de los pibes -con el cual no tenía objeto para pelearme, se lo dije- fui a buscar en la calle al "organizador en las sombras" de ésta, más alto que yo y le proferí algunos golpes. "Sacate la calentura" en un momento me decía... y yo intentaba pegar sin demasiada habilidad. Pero en un momento me distraje. Había un adulto —sí, un genio— que parecía alentarme a pegarle. Como si fuera normal arengar a dos pibes a que se caguen a palos. Recibí una patada certera en el estómágo que me dejo sin aire. El pibe en cuestión se fue... y yo me quedé intentando recuperar el aliento. Esa fue mi única pelea en todo el secundario. No sé si gané o perdí, pero sí obtuve mi merecido. En otra ocasión este mismo chabón con el que me había peleado, ahora amigo nuevamente (así de efímeras eran las diferencias en esa época), venía caminando junto a nosotros por la avenida a la salida y no tuvo mejor suerte que empezar a jetonear a un desconocido que estaba en la vereda de enfrente haciendo malabares con el dédo índice y un almohadón. Cuando a éste se le cae, empieza a aplaudir y decir a viva voz: "¡bravo! ¡bravo!". Lamentablemente se topó con la persona equivocada, porque el flaco se cruzó de vereda, lo increpó y sin mediar muchas más palabras lo empezó a aporrear cual bolsa de papas. Yo estaba con mi novia de ese momento y había, creo que 2 amigos más, no recuerdo bien. Nadie saltó por él. Exceptuando algunos "pará pará" débiles, nada más. Qué cagones éramos. Resultado: otra cara hinchada. Las respuestas de Ariel eran increíbles, recordando a la distancia: "Me sirve para curtirme". Vaya manera de curtirse. Me acuerdo también que nos reclamó no haber saltado, pe ro no sé qué pude esbozar como excursa por mi parte, no tenía mucho para decir. Hubo otras peleas a las que no asistí. No era lo mío. Me gustaba más salir con chicas, darles besos, capaz tener posibilidad de tocar una teta, sentirme feliz del amor, cambiar a otra chica, enamorarme, creer que era para siempre, sentirme un tipo grande, comprometido. Pero de eso mejor hablo en otra oportunidad. No me gustan las peleas. Años más tarde practiqué artes marciales defensivas. Ahora prefiero sentarme a meditar. Me siguen gustando las chicas —admiro la belleza femenina—, pero ya elegí a mi mujer, a la que amo. No quiero demostrar nada. Eso es lo que busco día a día: sosiego y paz.